Son las 12.15 horas y está todo preparado. De menú, cocido, una empanada, pan, agua y pastas de chocolate para el postre. Se abren las puertas y en cinco minutos todas las mesas están ocupadas. Hay sitio para unos cincuenta necesitados. Ese es el día a día en el comedor social de las Hermanas de la Caridad, situado en la calle Obra Pío Roco, cerca de la plazuela del Socorro. Las hermanas llevan 22 años alimentando a los más necesitados de la ciudad.

Quince hermanas se encargan de hacer la comida, proporcionarles ropa limpia, dejarles una ducha para lavarse y lo más importante: escucharles y atender a sus problemas. "Hay mucha gente que viene todos los días. Acabamos haciéndonos amigos. Nos conocemos y te cuentan sus problemas. Es muy bonito estar aquí, les ayudas a ellos que son quienes más lo necesitan", explica sor María, la madre superiora del comedor social. A su lado, le ayuda a repartir la comida sor Anastasia, que lleva con las Hermanas de la Caridad más de diez años: "Les damos de comer lo que se pone en todas las casas. En invierno para combatir el frío ponemos cocido o lentejas. En Cáceres el que pasa hambre es porque quiere", cuenta mientras reparte su porción a cada uno de los usuarios.

Desde hace un par de años, por la crisis y los problemas económicos, las hermanas han duplicado su ayuda. "Ahora hay mucha gente que viene a por la comida pero no se queda. Les da vergüenza o miedo. Nosotros les damos un 'tuper' para que alimenten a sus hijos", concluye la madre superiora.