Justo cuando unos cerrados de mollera han comenzado en nuestra tierra su batalla por reducir los derechos de los padres a educar a sus hijos en los valores que sostienen la cultura en la que viven, reduciendo horas de humanidades; ahora es la religión, pero también ha sido la filosofía, la lengua y la literatura, siempre en pro de crear jóvenes-máquina que sólo sepan de números. Justo entonces, pura contradicción, al Papa Francisco le conceden el Premio Carlomagno, por ser la voz de la conciencia en el continente europeo.

Francisco, cuando le entregaban el premio, decía: "¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores?" Y reconocía que "nosotros, los hijos de aquel sueño, estamos tentados de caer en nuestros egoísmos, mirando lo que nos es útil y pensando en construir recintos particulares".

Por eso, el Papa sueña: "Sueño una Europa joven, capaz de ser todavía madre: una madre que tenga vida, porque respeta la vida y ofrece esperanza de vida. Sueño una Europa que se hace cargo del niño, que como un hermano socorre al pobre y a los que vienen en busca de acogida, porque ya no tienen nada y piden refugio. Sueño una Europa que escucha y valora a los enfermos y a los ancianos. Sueño una Europa, donde ser emigrante no sea un delito. Sueño una Europa donde los jóvenes respiren el aire limpio de la honestidad, amen la belleza de la cultura y de una vida sencilla, no contaminada por las infinitas necesidades del consumismo; donde casarse y tener hijos sea una responsabilidad y una gran alegría, y no un problema debido a la falta de un trabajo suficientemente estable. Sueño una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía". Yo me uno a ese sueño.