THtace unos días me encontré con Jaime. Jaime ejerce un cargo de sanitario en un remoto pueblo de nuestra provincia y me pareció oportuno preguntarle si se iba a vacunar contra la famosa gripe. "Nada de eso", me contestó y a continuación me hizo una detallada exposición de sus razones.

En primer lugar porque no hay noticias fidedignas de su eficacia pues no está suficientemente comprobada y menos aún de sus contraindicaciones y efectos secundarios y, por si fuera poco, pontificó que "no estaba dispuesto a engordar los bolsillos de las farmacéuticas sin ningún motivo, porque esto es un negocio".

A mí me entró una hemorragia de satisfacción comprobar que pertenezco a un país en el que un sanitario cualquiera tiene más datos que la Organización Mundial de la Salud, está mejor informado que las autoridades sanitarias de todos los países civilizados y es capaz de sacarle los colores a los investigadores y especialistas de todo el mundo.

Pero sobre todo me alegró saber que en cuestiones de honradez, a pesar de ser el país de la picaresca, de Matesa, de Roldán, de Gescartera, de Gurtel y el Palau, estamos capacitados para darles lecciones al más pintado.

Eso sí, quizás a Jaime le contagie algún paciente, el pueblo se vea sin quien les atienda durante un tiempo y con gente contagiada por el encargado de velar por su salud. Y es que ser listo no sale gratis.