La apertura del Centro de Artes Visuales Helga de Alvear dicen que va a ser la gran oportunidad, la resurrección del Camino Llano, pero del Camino Llano Alto, porque todos se olvidan del Camino Llano Bajo, ese que comienza en el puente de San Francisco y termina en la confluencia con la calle Colón.

Allí hay un estanco, una librería, una tienda de mascotas, una peluquería, un centro veterinario, un establecimiento de venta de muebles de cocina y un bar en la esquina con Hernández Pacheco, porque la multitienda la cerraron. En muchos de ellos existe una enorme sensación de abandono: suciedad, baldosas rotas, ruidos, grafitis y pocas perspectivas de momento de conseguir atraer a más público a uno de los entornos históricos más destacados de la ciudad. Dicen que llevan años luchando sin que nadie se acuerde de ellos, solo ahora que van a abrir un museo. «Parece que nuestras reclamaciones han sido en balde», dicen.

El Camino Llano era (es) una de las principales entradas a la ciudad, antiguamente desde «las Andalucías», dice el cronista oficial y colaborador de este diario, Fernando Jiménez Berrocal. El caminante tenía tres opciones, acceder por la Puerta de Mérida, hacerlo por las huertas y Caleros o por Camino Llano, que fue cuna de carruajes, de la desaparecida ermita de Santo Domingo Soriano, de posadas, mesones y hasta del mercado franco. Hoy, la zona baja de la calle, la que linda con ese lugar donde entraban los viajeros, se sume en el abandono.