A doña Juana Elguezabal Leguinazabal alguien le deja flores pero nadie sabe quién es. Ni el propio cronista Fernando Jiménez Berrocal ha conseguido averiguarlo después de años aunque sigue sobre la pista. La cacereña --adoptiva-- ‘ilustre’ fue la fundadora del teatro Variedades, famoso porque, adelantado a su tiempo, albergó el primer cinematógrafo de Cáceres y acogió hasta mitines políticos. Murió en 1912, sin descendencia conocida, pero en su lápida suele sorprender un ramillete nuevo que desconcierta al historiador.Este es uno de los tantos enigmas que encierra el cementerio viejo cacereño, lugar en el que descansa eternamente doña Juana. Y de esta incógnita y otras leyendas quiso Jiménez Berrocal hacer cómplices este domingo a los asistentes en la ruta guiada por el camposanto organizada por Letras Cascabeleras y Norbanova con motivo de la clausura de las Jornadas Góticas.

Así, una treintena de cacereños acompañó al historiador en la ruta por las calles del ‘corral de los muertos’, inaugurado en 1843. La mañana lluviosa y la neblina envolvieron la ruta de una atmósfera aún más lúgubre y romántica que se completó con la lectura de poemas de Bécquer y Unamuno durante el recorrido. El viaje se prolongó durante algo más de una hora e hizo parada en los panteones de renombre, las construcciones casi faraónicas, el limbo de los niños sin bautizar o las tumbas abandonadas por las familias nobles.

¿Quién fue el primero?

¿Quién fue el primero?La ruta arrancó por donde deben empezar, por el principio. Como en la mayoría de los casos a nadie le gusta ser el primero. Y en un cementerio menos. Pero tuvo que haber alguno. «¿Quién fue el primero en ocupar el camposanto cacereño?». Hay respuesta. Fueron Juan Durán de Figueroa e Isabel Vaca, fundadores del convento de la Concepción y cuya lápida se conserva a escasos metros de la entrada. La ermita --cerrada--, la imponente cruz de los Ulloa, el panteón de los Casati, los López Montenegro y la catedral en miniatura de la benefactora Petra Fernández de Trejo, entre otros, guiaron el recorrido en el que el cronista aprovechó e hizo alegato sobre la importancia de proteger el patrimonio del camposanto por «su valor histórico». «Visitar el cementerio es visitar el pasado, la historia de la ciudad, sus apellidos», destacó mientras recalcó una y otra vez que nadie se libra del viaje eterno.