La bajada de la Virgen despierta tantas emociones como cacereños hay. Con la llegada de la patrona a la ciudad, muchos rememoran afectos y devociones, y otros tantos -y no son pocos- evocan a la infancia. Una en la que una vivía convencida de que la Virgen de la Montaña con su poder divino podía materializar cualquier deseo, por pueril que fuera. La leyenda de las madres, a las que aludía María Hurtado esta semana en su pregón, hacía creer que si en la visita a la concatedral se adivinaba el color del manto que lucía la patrona ese día, ella por gracia y fe hacía cumplir cualquier anhelo. Así, día tras día y hasta que la patrona regresaba al santuario, una retahíla de colores, rojo, azul, rosa o verde recorría cada tarde en el camino hacia Santa María, en el que caía algún dulce si había suerte. Algún acierto hubo pero es difícil asegurar años más tarde si aquellos deseos se cumplieron tal y como estaba establecido. Lo cierto es que de un modo u otro, lo que en su momento no eran más que infantes que creen que su Virgen concede deseos, ahora queda en la memoria tierna de los ya no tan jóvenes. Y precisamente esta misma historia se repetirá en las cabezas de muchos esta semana.

Tras su llegada el miércoles a Cáceres, la patrona inició ayer el novenario y lo hizo de gala para celebrar que este año inaugura el título de interés turístico regional. Para ello, lució el primer manto de su colección, con el que fue coronada canónicamente, una pieza única donada por la reina Isabel II confeccionada con un traje de su corte de raso blanco, hilo de oro y plata y flores bordadas en seda. La ornamentación floral también estuvo decorada con tonos amarillos. Hoy, el concierto de la banda de la diputación y las misas protagonizarán la jornada en la concatedral. El reverendo Francisco Rico Bayo oficiará la predicación, sacerdote de Candelario que fue párroco de Santa María y su filial de Plasencia.