Para los que tenemos el privilegio de trabajar cerca de las fuentes históricas originales, a veces nos encontramos documentos que nos llaman la atención por los datos sociales que aportan en nuestra tarea de relatores del pasado. El documento que les quiero comentar es un expediente lleno de historia. Más bien de historias, hasta cien. Son las historias de las viudas y huérfanos que en Cáceres dejó la Guerra Civil Española. El expediente contiene documentos de 1944 hasta 1945, cuando finalizan los informes que el Gobierno Civil solicita al ayuntamiento para conocer los datos, tanto económicos como de conducta moral y política, de más de cien mujeres viudas y más de doscientos huérfanos que se contabilizan en una ciudad de poco más de treinta mil habitantes. Cada caso se hace acompañar por un pequeño resumen de los valores que concurren para que, la viuda o sus hijos, puedan gozar de una pensión. Los extractos nos acercan a la triste crónica de personas que sufrieron las consecuencias de la guerra.

Matea, de 30 años, es viuda de Francisco que viviendo en Francia desde su niñez vino a España con motivo de la guerra, alistándose en una brigada internacional. Terminado el conflicto fue internado en el Batallón de Trabajadores de Deusto del que salió enfermo para fallecer en 1941. Dejó dos hijas de 7 y 9 años. Carolina es soltera de 29 años y es huérfana de José, fusilado por los republicanos en unión de su esposa y un familiar cura en Navalvillar de Pela en agosto de 1936. Ruperta tiene 4 hijos y es jornalera, su marido fue fusilado por los nacionales cerca de Jaraicejo y no tiene bienes de fortuna. Felicidad es viuda desde agosto del 36 cuando fusilaron a su marido, tiene 4 hijos y subsiste con una casa de huéspedes que explota en la Plaza de Marrón. Enriqueta vive en Aldea Moret y tiene 1 hijo a su cargo y aunque su conducta es buena se la considera políticamente de izquierdas. Solo en el poblado minero se registran 18 viudas de guerra. Leocadio y sus 6 hermanos perdieron a su padre Manuel cuando después de ser detenido por el bombardeo de 1937 y enfermando en prisión, fue llevado al Hospital donde se suicido arrojándose por la ventana.

Un dato a destacar es la denominación que se hace de los fallecidos. La calificación desaparecido o caído era algo más que una división semántica. Estar encasillado en uno de los grupos era trascendental a la hora de conseguir retribuciones, derechos y prebendas.

Podríamos continuar aportando datos que nos servirían para conocer mejor no sólo las secuelas de la Guerra Civil en Extremadura, sino también quienes eran estos hombres y mujeres que, de manera trágica, quedaron tras su muerte una senda, de penas y lutos, que fue seña de identidad de la dictadura.