Nada que ver con Cáceres excepto por el escenario principal y poco más. El Womadrid --nueva acepción del festival Womad para la capital de España-- se cerró el pasado domingo con un balance de más de 25.000 espectadores en sus tres días de duración, según cifras de la organización. El parque de la Casa de Campo, donde se ubicaron los cuatro escenarios, recordaba más a los tiempos del Womad cacereño en el ferial que a cualquier rastro del "entorno natural" con el que el Ayuntamiento de Madrid vendió la cita musical de un coste de 920.000 euros, más del doble que Cáceres este año.

El festival, de pago, obligaba a los espectadores a llevar una pulsera por la que abonaron 12 euros en taquilla por un día y 20 para el paquete de los tres. Carteles con la frase "Cuida tu pulsera" dejaban claro que cualquier percance con ella podía traer problemas para entrar y salir del recinto. El perímetro, rodeado de vallas metálicas propias de una obra y con una horrible tela negra, daban a la zona un aspecto de feria en la que el césped brillaba por su ausencia. El más cercano había que buscarlo en uno de los laterales que daban al lago del pulmón verde.

El viaje al Womad madrileño demuestra que Cáceres está en otra galaxia. Y la organización lo sabe. Los enclaves de Cáceres y Las Palmas --ciudad monumental y playa, respectivamente-- superan con creces el lugar elegido por Madrid para su primer Womad, con el que tiene contrato dos años más.

La cercanía de los escenarios, separados en algún caso por menos de 100 metros, obligó al festival a no hacer coincidir más de dos conciertos en el exterior. Otro original espacio cerrado, como si de un cabaret antiguo se tratara, era una sauna el pasado sábado durante la actuación de los magníficos Wicked Aura Batucada, de Singapur, uno de los grupos estrella del festival.

El mercadillo global era la viva imagen sobre asfalto de una feria de modernas carpas. Pero, curiosamente, los habituales vendedores womeros , algunos perfectos conocedores de la parte antigua cacereña, tenían instalados sus puestos fuera del recinto. Unos decían que por los 300 euros que les cobraban por el alquiler de tres días, otros porque no había carpas para todos. Dentro, también los artesanos madrileños tenían su propio espacio para vender.

Si Cáceres es para Womad una referencia desde 1992, Madrid tendrá que trabajar mucho para ganarle la partida a los veteranos aunque haga un festival a golpe de talonario.