A veces corro desde mi domicilio en Madrid hasta el Centro de Alto Rendimiento a la carrera. Gano unos minutos en esos 7,5 km de distancia cruzando de este a oeste la almendra central de Madrid. Pero no sólo gano algo de tiempo sino que ya voy avanzando en el entrenamiento con un buen calentamiento.

Tengo optimizada la ruta según sea mañana o tarde y evitando las zonas de tiendas de la calle Goya, sobre todo en rebajas. Recorrido muy entretenido en un slalom permanente de personas, semáforos, coches... que me divierte.

Esta anécdota viene a colación de que en este recorrido fácilmente cruzaré un par de decenas de calles con sus semáforos. Cuando uno se acerca a los cruces, si está en verde el semáforo me alegro, pero si luego tengo que cruzar a la otra acera se que me va a tocar esperar porque si uno está en verde el otro, perpendicular, estará en rojo. Me alegro más cuando me acerco a un cruce y veo que el muñeco está en verde pero intermitente, sin dejar de mirar a los vehículos y viandantes, no es plan de jugarse la vida.

En el momento extremo de cambio, de indeterminación, es cuando surgen las opciones de realizar el cruce de las calles en el menor tiempo posible, ya que justo tras pasar el primer cruce se pondrá en verde el semáforo perpendicular y me permitirá el doble cruce casi sin detención.

La oportunidad del cambio es vital y estratégica en muchas facetas de la vida, también en el deporte, más si cabe en esta faceta, en la que se producen enfrentamientos directos como deportes colectivos o de combate en los que la medida del éxito o el fracaso lo dará nuestra interacción en el contrario. Si no, que se lo pregunten a nuestra judoca Conchi Bellorín, seguro que será toda una experta en aprovechar oportunidades.