«Lo que estamos viviendo en el pueblo es algo muy duro. Padres que no pueden estar con sus hijos, hijos que están deseando ir a casa de sus padres a ayudarles porque lo necesitan y no pueden y familias enteras separadas. La gente lo está pasando realmente mal». Quien habla es Juan Manuel García (Juanma, como le conocen todos), titular de la parroquia Nuestra Señora de la Asunción de Arroyo de la Luz, uno de los grandes apoyos para los vecinos de esta localidad en estos momentos. Es el principal foco de coronavirus en la región con 50 casos positivos, de los que 45 están en aislamiento domiciliario y dos hospitalizados («y muchos más que aún no se han contabilizado», advierte el párroco).

Actúa de confidente para muchos: «Más que animar de lo que se trata en estos momentos es de escuchar. La gente tiene mucho miedo», afirma. Pero también intenta animarles y entretenerles. Su mente no para en todo el día ideando fórmulas que puedan hacer esta dramática situación más llevadera. De tanto que hace no tiene tiempo ni para comer, con unas latas de conservas va listo. «Hay días que llego a casa y tengo en la puerta un plato de croquetas o una docena de huevos frescos, me dicen que no saben si hacen bien dejándomelos pero la gente quiere ayudar», añade.

Es muy activo en las redes sociales. Por eso, una de las fórmulas que ha pensado para acompañar a los arroyanos en esta batalla es la retransmisión, a través de la página de la parroquia, de la novena a la Virgen de la Luz (la patrona del pueblo y a la que todos tienen una gran devoción). Tiene un pequeño estudio en casa, donde con un micrófono de corbata graba también vídeos de ánimo a los vecinos, algunos acumulan más de 10.000 visitas, de personas tanto del pueblo como de municipios de alrededor. Le sigue mucha gente mayor, entre ellos un matrimonio de Arroyo, con más de 80 años. Ella está infectada de coronavirus y él ha tomado la decisión de no aislarse de su mujer: «Dicen que están para lo bueno y para lo malo y que lo que les quede de vida quieren pasarlo juntos», cuenta.

Juan Manuel García advierte que él podría estar también afectado por el covid-19. Estaba unido a Claudia P. B., la mujer de 59 años que falleció por esta enfermedad (fue además el primer caso diagnosticado en el pueblo) porque era muy participativa en la iglesia. Murió un miércoles y él estuvo con ella el sábado anterior. Ya estaba enferma. «Cuando me enteré me aislé. Antes iba todos los días a comer a casa de mi madre (tiene 90 años y vive en Malpartida de Cáceres, de donde es él) y dejé de ir por protegerla», asegura. Además decidió cerrar la iglesia ese mismo miércoles. Lo comunicó a la diócesis: «Les dije que lo iba a hacer aunque no tuviera el permiso, que era bajo mi responsabilidad».

Arroyo de la Luz acumula tres de los ocho fallecidos en Extremadura por esta pandemia y él ha estado al lado de los familiares, pero no ha oficiado ningún entierro. Dos de ellos (la mujer de 59 años y el varón de 83) han sido incinerados (la incineración del hombre se hizo fuera del pueblo por lo que sus familiares no tienen aún ni siquiera sus cenizas ya que no pueden salir de Arroyo a recogerlas) y la misa funeral de ambos se celebrará una vez que acabe todo. La otra mujer de 93 años que murió fue enterrada en Malpartida de Cáceres.

No puede ir al cementerio

También se han registrado fallecimientos por causas naturales, a los que tampoco se les ha oficiado misa. Solo a una de ellas consiguió decirle un pequeño responso junto a los cuatro familiares que estaban en el tanatorio. «No me dejan acudir ni si quiera al cementerio para hacer los responsos porque no soy familiar directo. No me parece bien», reprocha.

Y afirma que, en caso de requerirle desde la residencia de ancianos, acudirá. Es el principal foco de la localidad en estos momentos, con tres positivos confirmados a día de hoy, ocho esperando los resultados de la prueba y 12 en aislamiento (ya han fallecido dos). «La residencia es lo que más preocupa, son los mayores del pueblo. Si alguien se pone enfermo y tengo que ir a darle los últimos sacramentos lo haré. Extremaré las medidas de prevención pero iré, sin duda ninguna», asegura.

Ha sido víctima hasta de un timo, aunque no sucumbió. Hace unos días recibió una llamada de una persona que le pedía dinero para poder pagar el entierro de un familiar que había fallecido en Arroyo. Le dijo que fuera al cajero y que desde allí le darían instrucciones de cómo actuar.

Afortunadamente se quedó en una anécdota más de estos días. Así que, mientras pasa todo, seguirá con su labor de animar a los arroyanos, a los que pide unión: «Es el momento de estar unidos y de no culpabilizarnos. Todo esto tiene que sacar lo mejor de nosotros», concluye.

Homenaje a la salvadora

Juan Manuel García, titular de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Arroyo de la Luz, mantenía una estrecha amistad con Claudia P. B., de 59 años que falleció a causa del coronavirus la semana pasada. Fue el primer caso que se conoció en el pueblo. Esta tarde se le ha rendido un homenaje a través de las redes sociales, donde dice las misas y emite vídeos para animar a los arroyanos.

Ha elaborado un decálogo sobre su persona. Entre otras cosas la define como «la mujer salvadora de vidas». Y lo explica: «Claudia ha dado la voz de alarma, cuando se conoció su caso muchas de las personas que habían estado con ella (fueron bastantes, ya que era una mujer muy activa en la localidad) se aislaron. Estoy seguro de que a más de uno ha salvado», afirma el sacerdote. Dice que, de no haberse conocido su infección, el pueblo habría continuado con su vida normal.

Precisamente uno de los que actuó con precaución fue Juan Manuel García, que había estado con Claudia tres días antes de que falleciera. «Podría ser uno de los contagiados porque estuve con ella y después en una comida con 25 personas de la que salieron dos positivos», añade.

Lo primero que decidió fue no volver a visitar a su madre, de avanzada edad y con problemas de salud, para evitar que pudiera contagiarse. Desde entonces no la ha vuelto a ver.

En el decálogo sobre Claudia la define también como una «persona social y refranera (le gustaban mucho los refranes), mujer golosa y de iglesia, con ganas de vivir y arroyana», además de «espontánea y noblota».

A ella dedicó ayer uno de esos vídeos que graba con cariño cada día desde su pequeño estudio para intentar subir el ánimo a los arroyanos, con los que comparte vida desde hace más de 19 años. Y seguirá haciéndolo, cuando esto pase.