Hace unos años, buscando la ejemplaridad, recurríamos a un espejo donde mirarnos. Ahora, ya no nos veríamos reflejados en él porque nuestros ojos, y los de nuestros hijos, estarían fijos en unas pantallas. Éstas e internet han irrumpido en nuestra vida y en nuestros hogares ocasionando preocupación, y muchos conflictos. Para arrojar un poco de luz a ese agujero negro que se nos presenta como todo lo contrario hablamos con Alicia Banderas, autora del libro Habla con ellos de pantallas y redes sociales (Lunwerg Editores, 2021) - a la venta el 27 de enero-. Una obra amena pero rigurosa, que pretende evitar el abuso y provocará el buen uso de una tecnología, que se inmiscuye en nuestras vidas, sin apenas darnos cuenta. Ciberbullying, sexting, grooming… son solo algunas de las potenciales amenazas a las que nos enfrentamos. Ante ello, herramientas analógicas para una amenaza digital. Y es que la lectura, la dedicación, el amor y la cultura siguen siendo las mejores armas para enfrentarse al mundo. Incluso a éste, en plena era digital. Pasen y lean.

--‘Habla con ellos de pantallas y redes sociales’, ¿y por dónde empezamos?

--Navegar a través de la red lo asemejo a una aventura que se parece mucho a una travesía en alta mar: puede ser una maravillosa experiencia, pero que no está exenta de riesgos e infortunios. Padres e hijos tenemos que remar juntos porque sino va a ver muchas discusiones, confrontaciones o, a veces, todo lo contrario: una venda en los ojos. También es cierto que existe una brecha digital e intergeneracional que provoca que los padres no se pongan a ello, porque, lógicamente, requiere de un esfuerzo. Somos una sociedad estresada y se hace muy difícil, pero me gustaría poner en valor que, al igual que a los niños los hemos educado en valores alimenticios, de comportamiento, también debe existir una educación digital. Al principio tiene que haber un control de acompañamiento porque, por sí solos, no van a aprender. Tenemos que enseñarles el autocontrol, porque prohibirles…, ellos viven en ese hábitat natural. Hay que decirles a los hijos que un dispositivo electrónico no es ningún juguete porque entraña una serie de riesgos. Al permanecer muchas horas, reciben una sobreestimulación innecesaria; ellos necesitan desarrollarse en un mundo natural que va a otro ritmo. No es tanto las horas que pasan frente a una pantalla, sino todo lo que dejan de hacer en otras áreas. Hay que entrenarles en su propia voluntad porque es difícil cerrar la pantalla; ahí creo que sería bueno explicarles que se dispara un neurotransmisor que es la dopamina que es la sustancia del placer, y el cerebro aprende a pedir más y más..., hay que llegar a acuerdos.

--¿Cómo podemos no correr peligro tras tantas horas de exposición al mundo digital?

--Yo aconsejo que, entre los 3 y 6 años, no estén más de una hora seguida con intervalos de 15 a 20 minutos de descanso, para un mayor autocontrol. Además, sería aconsejable que nunca navegaran solos, ¡al igual que no les dejamos cocinar solos! Entre los 7 y los 12 años, tampoco más de una hora total al día. Los contenidos deben estar muy supervisados, y antes de los 12 años, no deben tener redes sociales (RRSS) porque no las necesitan; entre 12 y 18, no más de dos horas seguidas. A partir de ahí, lo que yo hago en mi consulta es firmar acuerdos. Lo traslado en este libro junto a otras más informaciones a las que se puede recurrir. Eso sí, el tiempo que se permanezca frente a las pantallas no serán interrumpidos.

Pueden estar tranquilos. Lo cierto es que nuestros hijos pueden disfrutar de la tecnología alternándola con otro tipo de ocio que no sea digital como el deporte al aire libre, o creaciones artísticas. Yo soy muy defensora de que los niños jueguen al aire libre porque tiene muchísimos beneficios. ‘Más vale un hueso roto que un alma rota’ se dice, y es que esa actividad favorece la resiliencia, la afectividad…

--¿Cuáles son los mayores peligros y cómo detectarlos?

--El peligro está en que se pierda toda esa parte de la que hablamos, pero me centraría en el uso abusivo de los videojuegos. Ahí, pueden llegar a volcar su autoestima donde se sienten poderosos, por ejemplo. Habría que ver si bajan el rendimiento escolar o están en línea tarde, si siempre están pensando en jugar o si lo priorizan frente a otras actividades..., las ‘cajas de premios’ que llevan estos videojuegos también son un peligro porque provocan que solo pueden abrirlas, incluso pagando, para poder seguir jugando.

Esto conlleva peligros como la ludopatía, porque engancha la expectativa, no al premio. ¿Otros peligros? el sexting: que no se hagan fotos comprometidas y si lo hacen, que no se les pueda identificar. Que recuerde que compartir una foto íntima es un delito, y que puede llegar la extorsión. Los adolescentes no perciben el peligro como los adultos, es una fase evolutiva, por lo que hay que educarles en el término de la intimidad.

Otro sería elciberbullyng: una imagen graciosa, por ejemplo, que al difundirla provoca un daño irremediable en otra persona. Hay que entrenarles para que no hagan nada que no quisieran que les hicieran a ellos. Hay que educar en la empatía y enseñarles que cosas se pueden decir y que otras, no son válidas.

¿Pinceladas para saber si lo están sufriendo? verle preocupado o en alerta frente a un mensaje; si antes te dejaba ver cosas del móvil y ya no te lo permite. Sería aconsejable además, chequear como se expresa en las RRSS.

--¿Y qué hacemos con Tik Tok?

--El mayor peligro es utilizar una RRSS a una edad y madurez inadecuadas porque su parte emocional, no está preparada para ciertos contenidos o asumir ciertas críticas, pero ¿quién educa? educamos los padres. Los padres somos la autoridad. En consultas hemos pactado quitar a chicos de grupos de whatsapp o de aplicaciones y no les ha pasado nada, e incluso se han socializado de otra manera. ¿TikTok? No hay que demonizar las cosas. Puede tener un uso creativo y artístico, porque si lo utilizamos como algo positivo puede serlo. Si nuestros hijos tienen ciertos talentos que lo expongan, más allá de exponer su cuerpo, que es una de las críticas que se le hace a esta red social.

--Trabaja en el ámbito de la psicoterapia, de la salud, la educación y la sexología. ¿Cuáles son las dudas y los problemas más recurrentes?

--La mayoría, discusiones entre los padres porque cada uno lo ve de una manera. Los riesgos están demostrados, y lo que hay que hacer es ponerse de acuerdo en los tiempos de uso. Problemas de ciberbulling, de uso abusivo de los videojuegos, de violencia, porque pueden llegar a ‘normalizar’ ese comportamiento; también problemas en cómo se están educando en el porno. Hay niñas abusadas sexualmente, porque como se educan en la red, piensan que el sexo es en grupo, en manadas. Muchos novios envían porno a través de redes sociales para que piensen como debe ser la sexualidad, y para intentar convencerlas. También hay problemas de control de celos y mucha envidia porque cuando estás pendiente de la vida del otro, los adolescentes perciben su vida mucho menos atractiva, ¡y es que lo negativo no se exhibe!

--Ha publicado tres libros: Niños sobreestimulados, Pequeños tiranos e Hijos felices. Dígame, como padres, ¿cómo podemos hacerlo mejor?

--Creo que es importante tener claro que nuestros hijos no nos pertenecen; que no proyectemos nuestras ilusiones y frustraciones en ellos. Hay que dejarles ser únicos. Hay que darles un amor incondicional sin esperar más porque aniquilamos su creatividad. No hay que ver la adolescencia como una etapa terrible sino como una oportunidad ante una vida en desarrollo, donde poder acompañarles y educarles. Tenemos que jugar con nuestros hijos, lo necesitan. Jugar es lo contrario de la depresión. Compartir juegos de mesa, salir a la naturaleza... provoca importantes cambios. Jugar con los niños nos hace mostrar nuestro ‘yo’ más amable, nuestro lado lúdico, y provoca aprender en valores sin aleccionar. Lo interiorizan mejor.

--¿Tres consejos infalibles?

Amor a tus hijos estableciendo límites y normas para educarles en la tolerancia a la frustración; fomentar su creatividad y no sobreestimularles. Entrenar la empatía y conectar con el dolor ajeno haciéndole tres preguntas: ¿cómo crees que se ha sentido?, ¿cómo te sentirías tú? Y, ¿cómo crees que podrías reparar ese daño? y terminaría con una frase: si tú valoras a tu hijo, tu hijo se valorará. Nuestros hijos tienen la imagen que tú les devuelves de sí mismos. Es importante educarles en el hoy y en el ahora. Les vamos a dar una oportunidad a esta generación viviendo en el presente, con todo lo que vivimos con la pandemia, de ser más felices.