Me hacen gracia las reseñas, entrevistas, programas de mano donde ciertos organizadores tratan de vender un espectáculo engañando. Este Ayax , que con tanto énfasis presenta Francisco Suárez como estreno en Europa y en exclusiva , su creador Theodoros Terzopoulos hace tiempo lo había escenificado en Delphos y girado por Italia. En España se estrenó en el 2005 en el pueblo de Parla, programado por el Festival Madrid-Sur. Estas representaciones en Mérida son un bolo de la compañía Attis Theatre, que en las próximas semanas también se hará en Huelva (Niebla) y Valencia (Sagunto). El espectáculo, lógicamente, ha sido adaptado para el espacio del Anfiteatro Romano.

Terzopoulos, que es el director griego que mejor nos había ilustrado de forma progresiva en este Teatro Romano --con sus 4 innovadoras producciones anteriores-- de la gran capacidad épica, plástica y expresiva de los textos griegos, en esta ocasión ha fallado. Su compañía Attis Theatre, ha presentado Ayax , propuesta en la que Terzopoulos más que fijarse en la historia contada por Sófocles , se ha interesado por los conflictos humanos que pone de manifiesto la tragedia. Utiliza fragmentos de la descripción del brote de locura del héroe griego --provocado por la diosa Atenea-- y de su matanza de animales creyendo que eran soldados. Tres actores --secundados por un coro-- narran los actos cometidos por Ayax, se identifican con él y terminan convirtiéndose en víctimas y verdugos, planteando, una vez más, la clásica pregunta ¿Qué es todo esto? .

En la relectura de la tragedia mezcla, por partes, el heroísmo convencional visto de forma muy irónica y elementos de cabaret para manifestar la idea de la guerra como espectáculo. Sin embargo, estas propuestas, que no se traducen claras por la barrera del idioma y por la recurrente plasticidad y desnatado disfrute de la belleza corporal --que tendrían otro valor si hubiera un sustrato argumental menos intelectual-- no son fácilmente asimilables a cualquier espectador.

El espectáculo no utiliza las posibilidades del anfiteatro, sino la común tarima rectangular para montajes hechos en espacios a la italiana . La puesta en escena es de pequeño formato --aunque rellene la acción con 4 actores más que sirven de coro-- y su mayor problema es, precisamente, esa tarima de grandes dimensiones que no facilita la comunicación efectiva entre actores y espectadores. Es sabido que, cuando no se entiende el idioma, funciona muy bien en el Attis Theatre una técnica de actuaciones sensitivas que los personajes transmiten con un pálpito arrasador de imágenes intensas y emocionalmente vibrantes. Pues aquí no. El método del director griego, de la expresión corporal hacía el éxtasis físico --próximo a Artaud, Living Theatre, Barba --, de tan buenos resultados en los actores, se da de bruces con un escenario que le sobran metros y con una mala disposición del auditorio.

Además, para quienes conocen en Mérida la trayectoria de la compañía, desde Las Bacantes , donde la acción y la palabra nos impactaron gratamente con aquel gradual éxtasis de los intérpretes desde sedimentos de primitivas características de los ritos dionisiacos, hasta esenciar la depuración de la estética en Prometheus Bound , con actuaciones de lirismo desbordante en las voces desgarradas y la belleza de los cuerpos, en sintonía con músicas y sonidos guturales de lejanas ceremonias mágicas, este Ayax resulta estéticamente reiterativo. Ha perdido su impacto de invadir progresivamente las facultades perceptivas de la audiencia. Un Ayax que en su delirio --el que consiguen los actores con la técnica-- sólo sabe matar bien a las ovejas, pero aburre a mucho público.