«No temo ni a la muerte». Así de contundente se mostraba Andrea Camilleri en una reciente entrevista. El creador del comisario Montalbano, inspirado en su maestro narrativo Manuel Vázquez Montalbán, murió ayer a los 93 años tras haber sido hospitalizado el pasado junio en Roma como consecuencia de un inesperado paro cardiaco sufrido en su casa. Desde entonces, le mantenían con vida los aparatos del Hospital Santo Spiritu.

«He envejecido con Montalbano», solía decir, haciendo gala de un humor que le había llevado a afirmar, a raíz de su reciente ceguera casi total: «Ahora veo mejor las cosas». «Si pudiera, desearía terminar mi carrera sentado en una plaza para relatar historias y, al final de mi cunto [relato, en siciliano], pasar entre el público con el sombrero en la mano», confesaba en una entrevista. Pero no pudo cumplir su sueño final: una semana antes del ataque al corazón se rompió el fémur al caerse en su casa, en el barrio Prati de Roma.

Más que prolífico, Camilleri (Porto Empedocle, Sicilia, 1925), escribió más de un centenar de obras (en castellano, publicadas por Salamandra, Destino y Duomo), de las que se han vendido más de 30 millones de ejemplares en 20 lenguas, e inspiró con su saga negra la serie televisiva Comisario Montalbano. Su éxito en Italia se ha debido, sobre todo, a la mezcla del dialecto de Sicilia con el idioma italiano, que le proporciona al personaje un estilo un tanto exótico.

Es por esta mezcla idiomática por la que las novelas de Camilleri llevaban al final un breve diccionario italiano-siculo para que el lector pudiera comprender mejor el texto. Tras 20 años del comisario, la editorial de Camilleri celebró la efeméride con una edición especial de sus libros, en la que cada uno es prologado por un autor de prestigio, como el griego Petros Márkaris.

El pasado 15 de julio Camilleri tenía previsto participar en el fascinante escenario de las Termas de Caracalla, en Roma, en un espectáculo dedicado a su propia defensa de Caín, el hermano que mató a Abel, de acuerdo con el relato bíblico. El año pasado subió al escenario, como actor, para recitar las Conversaciones sobre Tiresias, en las que se metió en la piel del gran adivino griego. El relato, escrito por él mismo, es rocambolesco y a la vez introspectivo, describiendo las tribulaciones del adivino ciego y sus estados de ánimo para ejercer un oficio que ha existido siempre.

Camilleri fue un creador multifacético que estuvo años enterrado en la trastienda de la Rai, la radiotelevisión pública italiana, escribiendo y corrigiendo guiones. Lo hizo hasta que decidió poner cara a sus creaciones narrativas. En un encuentro que mantuvo con este diario, cuando estaban por salir sus dos primeras novelas en España, reconoció que se lo debía «todo a Manuel Vázquez Montalbán».

El siciliano explicó que tras escribir El cervecero de Preston no le gustaba. «Hay algo que no funciona», se dijo. Resolvió sus dudas leyendo Asesinato en el comité central, de Montalbán. Y contó que, gracias a aquella novela negra, entendió que a él le faltaba «capacidad para construir el relato novelesco». Fue entonces cuando decidió ponerse de nuevo a trabajar en la novela: la descuartizó, cambió el orden de los hechos... «Y me salió redondo», dijo satisfecho.

Al conocerse la noticia de su hospitalización las redes sociales se llenaron de mensajes que animaban al padre de Montalbano a resistir. «No nos abandones», decía uno en dialecto siciliano. «Resiste, caro Andrea», agregaba otro. «Tus palabras raucas están entre las últimas todavía en vida que nos mantienen en pie, en una realidad en peligro», abundaba un tercero.

Otra sicilia / Camilleri metió en la mente de los italianos que existe otra Sicilia, además de aquella de los capos y padrinos de la Cosa Nostra (la mafia local), que en cualquier caso y de una manera leve aparece siempre en sus relatos. Sin pomposidad ni grandes denuncias, sino como una cotidianidad isleña, que se traduce en minúsculos hechos y aparentes crímenes anónimos de los que, tirando, se puede llegar a «cosas mayores». A partir de esta decisión literaria minimalista, Camilleri introdujo en sus lectores no solo el léxico siciliano, sino también el paisaje, la complejidad y el amor por la isla.

No escribió solo la saga de Montalbano, sino también otras novelas, relatos, ensayos... Todo vinculado a hechos reales, ya que su obra se inspira en la realidad isleña más que en una invención literaria. Habla de mafia, de feminicidios, de tráficos ilegales, de corrupción y de inmigrantes. Todo relatado al detalle y como sin querer molestar.

Entregó hace 15 años el capítulo final de la saga de Montalbano, con el título provisional de Riccardino, para que su editorial lo publicara tras su muerte. Si no cambió de opinión al final, el comisario sobrevivirá.