El cuerpo y el erotismo. La masculinidad y la feminidad. La transgresión y la explotación. El Mediterráneo y, cómo no, su comida, y el inacabable potencial sexual de esta. Son los asuntos y obsesiones a los que durante más de tres décadas prestó toda su creatividad el director barcelonés Bigas Luna, fallecido la tarde del viernes en La Riera de Gaià (Tarragonés) a los 67 años por un cáncer. Su familia anunció la noticia ayer antes del mediodía. Hasta el domingo había estado trabajando en una adaptación de la novela Mecanoscrit del segon origen, de Manuel de Pedrolo. Se fue dejando claros dos deseos: que la película se finalice y se dedique a su nieto, Quim Lu, y que no haya homenajes póstumos de ningún tipo.

A lo largo de su carrera, decíamos, Luna celebró el abandono a los placeres físicos y, en general, el exceso. En su universo todo es grande, desde los pechos de las mujeres a los egos de los hombres, ninguno de ellos tanto como el de Benito (Javier Bardem) en Huevos de oro , un especulador inmobiliario convencido de que, igual que tiene dos cojones, merece tenerlo todo --los coches, los Rolex, las mujeres