Uno de los aspectos más comentados en las horas que siguieron a la muerte de Carrie Fisher fue que su madre, la también estrella de Hollywood Debbie Reynolds, la había sobrevivido. Pero esta situación duró tan solo un día. La actriz que dio vida a la princesa Leia falleció el pasado martes tras sufrir un paro cardiaco y Reynolds lo hizo el miércoles a causa de un derrame cerebral. Se encontraba preparando el funeral de su hija. Siniestra casualidad o lógica irrefutable.

El contenido del libro semiautobiográfico de Carrie Fisher Postcards from the edge -trasladado al cine en 1990 (Postales desde el filo), con Meryl Streep como la hija y Shirley MacLaine como la madre, aunque con los nombres cambiados- sugería que no existía una buena relación entre ambas. Pero las dos actrices se habían reencontrado hacía años y se han ido juntas. Extraña justicia poética.

MacLaine hizo una aplicada aunque algo histriónica interpretación de Debbie Reynolds en el citado filme, realizado por Mike Nichols. Pertenecían a la misma generación, aunque siguieron caminos bien distintos. Nacida en 1932 en la localidad tejana de El Paso, Reynolds no gozó de una filmografía memorable, pero sí protagonizó algunas películas excelentes. Quizá la mejor de todas sea Cantando bajo la lluvia (1952).

Reynolds tenía entonces 20 años. Era una aspirante a actriz cuyas piernas y movimientos de danza sedujeron al bailarín Kelly (junto a él, en la foto de la izquierda) y al esteta Donen. Aunque el filme cuenta con los momentos célebres de Kelly bailando y cantando solo bajo la lluvia, una de las imágenes más recordadas y publicitadas es la de Kelly, Reynolds y Donald O’Connor bailando embutidos en chubasqueros amarillos, así como otro número musical interpretado por el terceto, Good morning.

Durante el rodaje, Kelly hizo horas extra ensayando con ella y modelándola en alas de la danza. Fue una experiencia crucial. Posiblemente, sin Cantando bajo la lluvia, la carrera de la actriz habría sido otra. Y aunque es un musical bailado, su trabajo en el filme se recuerda mejor por su voz en la excelente secuencia en que, entre bastidores, es ella la que canta mientras una actriz que no ha asumido bien la irrupción del cine sonoro gesticula en un imposible playback. Kelly manda entonces levantar el telón y todo el mundo descubre que la voz pertenece al personaje de Reynolds.

Protagonizó hasta finales de los 60 una treintena de musicales y comedias. Donen la volvió a dirigir en Tres chicas con suerte (1953), en la que era una inminente futura estrella de Broadway codiciada por tres productores. Frank Tashlin, en Las tres noches de Susana (1954) y Say one for me (1959), y Blake Edwards, en La pícara edad (1958), explotaron bien sus recursos en la comedia. Vincente Minnelli le brindó uno de sus papeles más curiosos en Adiós, Charlie (1964) e incluso realizó una fuga en el wéstern con La conquista del Oeste (1962).

En una ocasión, Los líos de Susana (1956), formó pareja con su primer marido, Eddie Fisher, de quien se separó tras la aventura sentimental que este tuvo con Elizabeth Taylor. Estuvo casada dos veces más, con Harry Karl, un jugador empedernido, y con Richard Hamlett. En esta etapa, Reynolds fue más conocida por su vida personal que por sus trabajos en cine, aunque degustó el éxito televisivo con un programa propio, El show de Debbie Reynolds (1969-1970).

A partir de los 90 intervino en títulos como El guardaespaldas (1992) de Mick Jackson, El cielo y la tierra (1993) de Oliver Stone, In & out (1997) de Frank Oz y Behind the candelabra (2013) de Steven Soderbergh. Y le hizo un último guiño a la ficción y la realidad cuando protagonizó en el 2001 el telefilme Esas chicas fabulosas: el guion es de su hija Carrie y en el reparto figuran Shirley MacLaine, que la interpretó en Postales desde el filo, y Elizabeth Taylor, que le robó a su primer marido.