El Festival de Cannes desveló ayer por qué tiene tan enfadado al Gobierno italiano, haciendo estallar la primera de las bombas políticamente fétidas que su programación esconde: el documental Draquila, la Italia que tiembla , que denuncia la intencionada negligencia de Berlusconi tras el desastre de Aquila, donde un terremoto acabó con la vida de 300 personas en abril de 2009. La película --definida como "propaganda que ofende la verdad y a todo el pueblo italiano" por el ministro de Cultura, Sandro Bondi, cuando comunicó que no pensaba asistir al festival-- fue ovacionada ayer durante la proyección para la prensa.

La tesis de Draquila --contracción de Drácula, en alusión del vampirismo de Berlusconi, y Aquila-- es que el desastre benefició al presidente. "La magistratura le pisaba los talones, en los sondeos estaba en caída libre. Pero el 6 de abril, un terremoto devasta una ciudad. Es como si Dios le hubiera tendido de nuevo la mano", explica durante el filme la directora, Sabina Guzzanti. "Berlusconi usó su respuesta ante el terremoto como un símbolo de la eficacia de su gobierno, cuando en realidad es un símbolo de su inoperancia", aseguraba ayer en Cannes. "Los campamentos de los desahuciados parecían campos de concentración", añadía. Draquila vincula la política de Berlusconi en la reconstrucción de viviendas con turbios negocios mafiosos.

Como ya demostró con su documental previo, Viva Zapatero (2005), sobre la falta de libertad de expresión en Italia, Guzzanti ha tomado buena nota de los documentales de Michael Moore. Con él comparte tanto el populismo como el exhibicionismo --no se corta a la hora de chupar cámara--, la falta de rigor --simplifica los hechos, no contrasta fuentes, practica el chantaje emocional-- y un gusto por las frases incendiarias. "En Italia no existe la democracia", declaró ayer. El objetivo de Berlusconi, sugiere Draquila, es mantener al país en estado de excepción para ejercer un control dictatorial.

El revuelo causado ayer por la película recuerda al que provocó Viva Zapatero en la Mostra de Venecia. Queda claro que Guzzanti, actriz cómica y expresentadora de la RAI, sabe hacerse publicidad. Sin embargo, "la controversia no me beneficia en absoluto porque está teniendo el efecto deseado precisamente por el Gobierno de Berlusconi. Han logrado retratarme como una extremista subversiva", afirmó ayer la directora.