Israel Centeno es un hombre gesticulante. Habla sobre sobre literatura, sobre España; pero habla sobre todo del tema .

No logra que Venezuela quede al margen durante los días que presenta en Lisboa, Extremadura y Madrid Hilo de cometa , el segundo libro que le ha editado el sello extremeño Periférica.

Y el tema es su país, la situación política, la económica, todo lo que ocurre convulsamente cada día (esta misma semana protestas contra la reforma constitucional promovida por el presidente Hugo Chávez).

El país se desliza al totalitarismo. Sus ciudadanos son controlados, señalados si critican o se oponen, o, como decían en el franquismo, se significan.

Centeno es un hombre significado. Es de izquierdas y quiere democracia en Venezuela, en lugar del caudillismo mesiánico que sigue captando las mentalidades nacionales como una maldición desde hace un par de siglos.

"Yo he estado en la oposición y ahora esto me margina, me lleva a vivir por otros corredores con colegas disidentes en una especie de gueto", dice el escritor venezolano, quien renunció a un puesto público por no querer rendir pleitesía a Chávez.

Diversos trabajos

Así que ha tenido que buscarse la vida en diversos trabajos relacionados con la literatura. Imparte talleres, traduce, publica artículos.

Su nombre aparecía en una de esa listas de señalados que algunos gobiernos encargan para apartar a los disidentes del espacio público. Nada extraño en un país rico, que vive del petróleo, cuya propiedad es del Estado. Así que "teniéndolo todo, puede comprarlo todo", incluidas voluntades, que de este modo evitarían encontrarse con esa lista esgrimida por algún funcionario al que necesitaran pedirle trabajo.

¿Y por qué tantos europeos mantienen una actitud tibia o directamente entusiasta respecto a Venezuela? "Hay una cierta culpa en Europa sobre lo que ha sucedido en América", explica Centeno. Aún piensan que quitaron el destino a los americanos, que les explotaron. "Se sienten culpables de la miseria y piensan que no podemos seguir el camino más sensato para modernizarnos y que necesitamos de hombres fuertes, de conductores, como Castro".

Así que se justifica a Chávez y se calla, por ejemplo, que en el Día de la Raza insulte a España y manipule la historia aludiendo, de nuevo, al genocidio español en América, cuando los venezolanos, prosigue el autor de Iniciaciones (su debut en España, con Periférica), son dueños de su destino desde hace casi dos siglos.

Turbulencia

¿Y su literatura cómo reacciona a esta turbulencia política y social? "Mi literatura va a la par de la historia de mi país", afirma Israel Centeno, a quien se le hizo esta entrevista antes del encontronazo del rey Juan Carlos con Chávez, el sábado.

Sus personajes también son exiliados o viven una experiencia similar. Lo es el protagonista de Retrato de George Dier (segundo relato incluido en el volumen Hilo de cometa ), que vive en Londres una turbia historia de amor con una mujer que a su vez ama a su propio hermano.

Y es exiliado el niño de Hilo de cometa , un observador que va descubriendo durante unas vacaciones que la vida está dejando de ser el paraíso de la infancia. Se le encaran otros adolescentes que exhiben su masculinidad, le turba una mujer a la que persigue un día de lluvia hasta descubrirla emparejada a otro hombre, y vive en la lejanía la prisión de su padre, un militar encarcelado por su participación en una acción de fuerza, posiblemente en Cuba.

Desde su posición excéntrica, alejada del poder, su lengua literaria responde a este tiempo, un tiempo que se ha apartado de los mitos, del romanticismo, de lo mágico de sus predecesores. Hoy la lengua parece exigir un desgarro, una suciedad para contar lo que ocurre, de manera que Centeno trabaja "la antiépica, la parte dramática, de sufrimiento de los héroes".

Si hace cuarenta años, en el apogeo del boom (García Márquez, Fuentes) "había que contar la Latinoamérica de lo hermoso, hoy cabe también la de lo aberrante. Las guerras que viven los Buendía (en Cien años de soledad ) son románticas; pero Bolívar fue capaz de la traición, de la perfidia. Aunque si esto lo digo en mi país, me tratarían de traidor, porque piensan que todos eran perfectos y lo siguen siendo hasta hoy: Castro, el Che, Sandino... ¿Cuál es el problema de contar la historia? América necesita mostrar esa cara, necesita desmitificar".