La foto fija de Adolfo Surárez, solo, en el banco azul del Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981, es el punto de partida elegido por Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) para desmenuzar el golpe de estado en Anatomía de un instante (Mondadori), que hoy sale a la venta. Pero la intención del escritor es ir más allá del análisis de una imagen.

A diferencia de su gran éxito Soldados de Salamina , Cercas elude la ficción y repasa con notable precisión las claves de la asonada y sus protagonistas, quedando al final el regusto de un análisis de la historia de la España del siglo XX a través de sus dos hitos: la larga dictadura y la reciente democracia.

El libro, por el que tres importantes editoriales (Tusquets, Planeta y Mondadori) pujaron a fondo para quedarse con la edición, se apunta como uno de los fenómenos de la temporada. A medio camino entre la crónica y el ensayo, Cercas no escatima datos ni análisis. Y, a veces, entra en el terreno de la intriga, sobre todo, cuando aplica la lupa a los servicios secretos en la trama golpista.

Ha leído miles de documentos y ha conversado durante cientos de horas con todos los protagonistas --excepto con Suárez, por razones de salud-- para al final volcar sus conclusiones en casi 450 páginas. Pero la llama permanente de inspiración son los 35 minutos de grabación televisiva de la ocupación del Congreso por Tejero. Del análisis de esas imágenes, Cercas extrae el significado del gesto de no tirarse al suelo, como ordenaron los golpistas, de Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, a su juicio los héroes de ese día. Fueron, sostiene, gestos de "coraje, gracia, rebeldía y libertad" de tres hombres en el ocaso de sus actividades públicas.

Los cinco capítulos se abren con un epílogo y se cierran con un prólogo de una novela, que se quedó en borrador cuando reflexionó sobre si una realidad tan intensa como la del 23-F se podría ficcionar. Cercas juega con lo que llama "simetrías de ficción" que le permiten analizar la psicología de cada personaje y las coincidencias entre antagonistas. La más importante la que establece entre Suárez y su padre, José Cercas, al que dedica el libro.