Que Franz Kafka concretó en su escritura los miedos e inquietudes fundamentales del hombre contemporáneo es algo sabido. Más desconocida es, sin embargo, la faceta como dibujante del escritor porque su obra gráfica, apenas bocetos deslavazados y dispersos, de intención íntima, no había sido reunida en su conjunto y estudiada hasta fechas muy recientes. Bajo el título de Franz Kafka. Dibujos , y en una edición a cargo de los estudiosos holandeses Niels Bokhove y Marijke van Dorst, la editorial Sexto Piso recoge 41 bocetos del autor, algunos con los textos originales a los que acompañaban y otros con fragmentos entresacados por los editores de su correspondencia, diarios, cuentos y novelas. "No son dibujos para mostrar a nadie. Tan solo jeroglíficos muy personales y, por tanto, ilegibles ... Los dibujos son rastros de una pasión antigua, anclada muy hondo ... Mis dibujos no son imágenes sino una escritura privada", explicaba el autor de La metamorfosis al aspirante a poeta Gustav Janouch en Conversaciones con Kafka . ¿Modestia? ¿Inseguridad? ¿Exceso de autocrítica? La obra gráfica de Kafka debía correr el mismo destino que sus textos, la destrucción, y solo gracias a Max Brod, amigo y biógrafo del escritor, los dibujos se salvaron también para el futuro.