Perplejidad, estupor, incredulidad, indignación... Las reacciones que ayer recorrían las filas del tripartito tras conocer que Pasqual Maragall había decidido por su cuenta y riesgo abrir una crisis de Gobierno no dejaban lugar a dudas: el presidente de la Generalitat había puesto en marcha una operación que tenía la virtud de no haber logrado ni una sola adhesión.

La oferta de reorganización del tripartito formulada el viernes por Maragall al presidente de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira, a espaldas del PSC y de ICV-EUiA cayó como una bomba en el tripartito, pero especialmente en el PSC, que interpretó el gesto del president como un acto desleal.

Maragall y el primer secretario de los socialistas catalanes y ministro de Industria, José Montilla, mantuvieron una tensa conversación en la que el ministro dejara claro que el PSC no secundará una reorganización innecesaria.

La negativa de Montilla a abordar una crisis fue ratificada por Carod que, ante las llamadas de Maragall, replicaron que no aceptarían nuevas reuniones hasta mañana. La propuesta de Maragall consistía en reducir de 16 a 13 los departamentos y la disminución del número de representantes de ERC, a cambio de ampliar sus competencias.