Exactamente 20 años después de estrenar la película que le valió calificativos como «el nuevo Spielberg», El sexto sentido (1999), ahora M. Night Shyamalan presenta al mundo Glass (Cristal), la que podría confirmar de forma definitiva su resurgir creativo.

-Cuando rodó El protegido (2000), ¿ya sabía que iba a ser la primera entrega de una trilogía?

-No exactamente. Inicialmente pensé en explicar toda la historia en una sola película, pero me di cuenta de que, si quería retratar adecuadamente a David Dunn y desarrollar su relación antagónica con Elijah Price, la subtrama protagonizada por Kevin no cabía. Me habría salido una película de cinco horas y sus resultados en taquilla habrían sido aún peor de lo que fueron.

-¿Y por qué tardó 16 años en rodar Múltiple (2016), la segunda entrega?

-Porque tras El protegido no me sentía bien. Me dolió que la gente no la entendiera. Además, rodar una secuela me parecía ir a lo fácil. A mí me gusta arriesgar siempre, y pelear siempre. Tal vez es que soy un masoquista. En todo caso, las secuelas no casan con esa mentalidad.

-Pero Glass es una secuela.

-Sí, es la única secuela pura y dura que he hecho jamás, y no haré ninguna más en toda mi carrera.

-Cuando rodó Múltiple invirtió todo su dinero en ella y ha vuelto a hacer lo mismo con Glass. ¿Cómo van los nervios?

-Fatal. Espero que en unos días podré respirar tranquilo y dormir por las noches. Si la película no funciona, perderé mi casa. Mi familia y yo tendremos que dormir en el sofá de algún fan.

-¿Realmente había necesidad de arriesgarse tanto?

-Dar saltos mortales sin red es muy inspirador. Cuando no te puedes permitir el lujo de fallar, te esmeras mucho más para no dejar ningún detalle al azar y para alcanzar la perfección. Además, jugarte tu propio dinero te hace darte cuenta de que gastarse dinero de más en una película casi nunca significa mejorarla. Y, por último, cuando aceptas que unos señores con traje te presten dinero, tienes el deber moral de escuchar sus opiniones.

SEnDGlass medita sobre lo importante que es creer en uno mismo y no dejarse vencer por las fuerzas externas que tratan de corrompernos. ¿En qué medida se inspira esa reflexión en su propia experiencia en el mundo del cine?

-Sí, está basada en la necesidad que he tenido de crecerme ante la adversidad y en creer en mí mismo cuando ni los críticos ni los estudios lo hacían. Aunque, por otra parte, todos nosotros hemos dudado de nuestra propia valía alguna vez, ¿no es cierto?

-¿Cómo recuerda los años de crisis profesional?

—Con películas como El incidente y After Earth quería poner a prueba mi musculatura narrativa y ver si al hacerlo mejoraba como cineasta. Y aprendí mucho. Aprendí que lo que realmente me interesa como director es hacer el tipo de películas que me hacen disfrutar y por las que estoy dispuesto a derramar sudor y sangre. Igual hay un tipo de cine que no soy capaz de hacer. No es tan grave.

-Señor Shyamalan, ¿por qué cree que las películas de superhéroes son hoy tan populares?

-Porque son historias de gente ordinaria como nosotros que se vuelve extraordinaria, y nos gusta creer que eso mismo nos podría pasar a nosotros. Y supongo que el mundo en el que vivimos invita tan poco al optimismo que necesitamos creer cada vez más en esas cosas.

-Pero ¿no cree que se hacen demasiadas?

-No. Los espectadores van al cine para dejar de pensar en las facturas que faltan por pagar, y estas películas les dan eso. Y, al fin y al cabo, son lo que mantiene el negocio de Hollywood en pie.