No hay que llamarse a engaño: la España de esta novela negra que es Todo está perdonado es un estado asociado a EEUU, tiene el inglés como lengua oficial desde 1986, su capital, Madrid, está atravesada por un canal navegable, el Canal Castellana, y sus ciudadanos comulgan con hostias que obtienen de máquinas expendedoras, pero es la misma España en cuya selección de fútbol juegan Iniesta, Casillas y Xavi. Pese al maquillaje que pone el asturiano Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963), el país de su historia es el nuestro, el que soportó, tras una guerra civil y una dictadura corrupta, una segunda restauración borbónica y una Santa Transición plagada de soliviantos. Reig lo pasa por el escáner de su ingenio narrativo para mostrar con sorna que los delitos y faltas de los últimos 70 años están perdonados sin atrición ni confesonario.

Estructurada como un campeonato de fútbol (la Eurocopa del 2008) y salpicada de la crónica de los partidos, la novela se apoya, como manda el género, en la investigación de un crimen: el de Laura Gamazo, hija de un poderoso empresario que se ha enriquecido como fabricante exclusivo de envases para hostias consagradas. Conocemos tres generaciones de esta familia de vencedores que supo que tras ganar la guerra había que ganar la paz (para lo que las escaramuzas izquierdistas de sus cachorros universitarios venían al pelo), y todo nos lo cuenta un viejo policía que había sido la mano derecha de Gamazo, un tipo con la conciencia manchada y buena memoria.

Que el negocio de Gamazo sea el del perdón colectivo en presentación self service y que su hija muera por la ingesta de una hostia envenenada tiene valor simbólico: el perdón sin penitencia ni liturgia es corrosivo, como la transición política sin depuración de responsabilidades ni duelo oficial por las víctimas. Los Gamazo pertenecen a una de esas 200 familias que manejan el cotarro (decía Cánovas hace más de un siglo), inmunes al cambio de régimen. Reig ha escrito una novela briosa en su estilo, alambicada en su estructura, algo enredada en su trama y contundente en su diagnóstico político teológico: se acabaron las presencias reales, mandan los mismos y la nueva religión es la del podemos, podemos, oé, oé, oé.