Bandas y navajas en los descampados urbanos, Orzowei y Los hombres de Harrelson en la tele, Monopoly, Risk y las primeras máquinas de marcianitos como juegos, y amenazas, bofetadas y miedo en la calle. Es la infancia, nada idealizada, que recuerda Carlos Peramo en Me refiero a los Játac , novela ganadora del segundo Premio Bruguera, que ayer se presentó en Barcelona.

Ese pasado le lleva a relativizar la alarma que hoy existe por la violencia escolar. "Está bien que ahora se haya puesto el foco encima de esa realidad, pero eso también ha llevado a sobredimensionarla. Si dos niños salen al patio y se pegan, se pegan: son tremendos, son crueles y son egoístas", explica Peramo, nacido en 1967.

Las peripecias de los Játac acaban con cuatro muertes. Algunos de los personajes reales en que se inspiran, predelincuentes apenas adolescentes, no acabaron mucho mejor. Los 80 que recuerda el escritor "eran una época difícil, con mucho paro --explica--, gente que acabó fatal con las drogas y una ciudad muy dividida entre inmigrantes y catalanes de toda la vida". Y es que, en su opinión, la tendencia a "vestir de felicidad la infancia" no es más que un reflejo de las frustraciones de la madurez.

La novelista Ana María Matute, jurado único del premio, defendió que los escritores jóvenes den su visión de las experiencias que les ha tocado vivir. La directora editorial de Bruguera, Ana María Moix, adelantó ayer que las bases del premio se han modificado, para incluir entre los candidatos a autores que, aunque no sean estrictamente noveles, ofrezcan "obras más nuevas y más frescas".