Esta poeta (Moraleja, 1946), premio Adonais en 1970, es la invitada del Día del Bibliófilo, que organiza la Unión de Bibliófilos Extremeños hoy en Almendralejo

La vida de Pureza Canelo ha discurrido entre Madrid, donde vive desde joven (actualmente es directora gerente de la Fundación Gerardo Diego), y Extremadura, donde ha creado la mayor parte de su escritura. Y esto último es algo que ella recalca. Si algo define su poesía es haber convertido en símbolo poético el lenguaje del mundo rural que aprendió en esta región. A ella ha donado su archivo y su biblioteca, que tendrá un espacio propio en la Diputación de Cáceres. "Mientras viva iré enviando cada año mis documentos y libros. Cuando muera todo irá para allá". En su producción figuran títulos como Celda verde , El barco del agua , Pasión inédita o Dulce nadie .

--¿Cultiva el amor por los libros antiguos?

--He ido coleccionando libros que me interesaban más que por tratarse de obras raras por su significado, por su contenido, y que a veces eran difíciles de hallar. Por ejemplo, de Victor Hugo, primeras ediciones de Juan Ramón Jiménez, de autores del Grupo del 27, de Juan Larrea, Cernuda o León Felipe, que pedíamos en la librería Fuentetaja, en Madrid.

--¿Si mira a su infancia, se ve rodeada de libros?

--No. En mi casa no había muchos libros, solo algunos fundamentales, que leía mi madre.

--¿Cómo llegó usted a ellos?

--Cuando vino el deseo de conocimiento de la literatura. Fui a bibliotecas, me regalaba libros, los amigos nos los prestábamos...

--¿Y cómo se produjo el paso de la lectora a la escritora?

--Casi simultáneamente. Yo tengo poemas escritos a los 16 años, en un momento en que estaba despertando a la lectura.

--Pasó a ser escritora de poemas y no de novelas.

--Siempre fui lírica. Escribí algún cuentecillo, alguna narración breve, pero siempre buscando las palabras en la cuartilla.

--Y la escritora que es ha mirado hacia Extremadura desde lejos.

--En realidad no es así. La mayor parte de mi escritura se ha hecho en las largas temporadas que he pasado en la casa de mis padres en Moraleja, en la larga soledad de los veranos. Ahí puedo ver, si pienso en ello, los comienzos de mis libros. Si de algo presumo es de esto.

--¿Cómo ha sido la experiencia de vivir entre dos mundos?

--Lo rural y lo urbano han convivido en mí y de ello me he formado y me he enriquecido. En aquella época, los años 60 y 70, nos abríamos a muchas cosas: al cine, a los conciertos que programaban en el teatro Real de Madrid, a la pintura... Y mi obra se ha hecho aquí y allí. He aprendido de la naturaleza, de la soledad, de la lontananza. Del contacto con mis elementos circundantes he filtrado una simbología rural a mi lenguaje poético.

--Acude hoy a una cita bibliófila, lo opuesto a un mundo digital. ¿Es apocalíptica sobre el futuro del libro?

--Será difícil que se sustituya lo impreso. Siempre habrá una élite de estudiosos que muestre su amor a la obra impresa, que sigan llevando libros en los bolsillos... Yo creo que el libro permanecerá.