The politician (Netflix) es la última incursión de las series en un ámbito tan dado a intrigas y tramas enrevesadas como el de la política. Ryan Murphy plantea un acercamiento similar al de American vandal (Netflix) o Moonrise kingdom: satirizar el mundo de los adultos con adolescentes como protagonistas. Como en su aclamada Glee (Netflix), Ryan Murphy vuelve a los pasillos llenos de hormonas y dudas de un instituto para narrar el inicio de la carrera política de Payton Hobart, ambicioso adolescente determinado a llegar a la Casa Blanca. Las elecciones a la presidencia del consejo estudiantil son el punto de partida para ridiculizar la peor cara de la política. Un buen refugio para los que quieran sobrevivir a la enésima campaña electoral.

No solo se pueden notar en The politician trazas de Glee, sino también de Nip/tuck (FX), el primer gran éxito de Murphy, tanto en los créditos como en la despiadada crítica a las vidas de plástico de los ricachones.

Los punzantes diálogos («fui un político, no un ser humano», suelta uno de los protagonistas) quieren parodiar el cinismo imperante en el gremio político, las promesas inverosímiles y el zarandeo constante a los votantes. Pese a ello y al gran elenco de actores, con una colosal Jessica Lange, el resultado (al menos en la temporada inicial) acaba siendo algo desigual y deslavazado. Pero brilla con especial luz por ser de las pocas series del subgénero que lo abordan desde la comedia.

El ala oeste de la Casa Blanca (Warner Bros) sigue siendo, dos décadas después de su estreno, el referente con mayúsculas de las series políticas. Magnética, inteligente, brillante... Rebuscando en la trastienda política, la mente de Aaron Sorkin brindó muchos momentos memorables a lo largo de sus siete temporadas. De entre ellos destaca el ya inmortal monólogo con el que el presidente Martin Sheen llevaba al absurdo los discurso de los que usan la Biblia para amparar posturas reaccionarias.

Desde la obra maestra de Sorkin, ninguna producción política para la televisión había conseguido captar tanto la atención como la retorcida House of cards (Netflix).

Pero el castillo de naipes se vino abajo cuando Kevin Spacey, pilar de la serie en el papel del maquiavélico Frank Underwood, se vio envuelto en una espiral de escándalos sexuales. A diferencia de lo que sucedión con Bill Clinton, al actor estadounidense sí que le costó el cargo de presidente: los responsables de la serie tuvieron que matar al personaje, que ya no apareció en la última temporada.

GÁNSTERES EN EL CONGRESO / Scandal (ABC) es otra serie que también se adentra por el Despacho Oval a través de la relación amorosa de su inquilino con Olivia Pope, que se gana la vida solucionando problemas a lo señor Lobo como una ojiplática versión femenina de Ray Donovan. El hijo del tunante Mickey Donovan también se sumerge en las turbias arenas políticas en su última temporada, de la mano de una estelar Susan Sarandon.

En uno de los muchos paralelismos entre el clan de los Donovan y el de los Shelby, lo mismo ocurre en la quinta entrega de Peaky Blinders (Netflix), con la entrada de Thomas Shelby en el Parlamento británico. «Bandas, guerras, treguas.... Nada que ya no conociera», sentencia alguien tan acostumbrado a vivir al margen de la ley como este gánster de lengua tan afilada como la visera de su gorra.

Winston Churchill, personaje recurrente en esta trama ambientada en el Birmingham de entreguerras, vuelve a emerger en la temporada más política de esta serie de culto.

DESDE EUROPA / Aunque la gran mayoría tienen la Casa Blanca como escenario, de Europa surgió también una de las mejores creaciones del subgénero de esta década: Borgen (Danmarks Radio). Tan o más fascinante que Birgitte Nyborg, la inesperada primera ministra danesa, resulta el Rasputín de la política del país de Hamlet, Kasper Juul. El actor que interpretaba al maquiavélico asesor era Pilou Asbæk, que aparecería en el tramo final de Juego de tronos (HBO) en el papel de Euron Greyjoy. De hecho habrá quien crea que, dragones aparte, no hay ninguna ficción más realista sobre intrigas políticas que Juego de tronos.

Siguiendo la estela de Homeland (Showtime), Bodyguard (Netflix) batió récords de audiencia en el Reino Unido. La trama juega magistralmente con la tensión y la intriga sobre qué se esconde detrás del enigmático guardaespaldas de la ministra de Interior británica, manteniendo hasta el final la duda de si realmente quiere prevenir o provocar un magnicidio.

La mezcla de terrorismo y política suele dar interesantes cócteles televisivos. Kiefer Sutherland, que alcanzó la gloria como agente en la lucha contra el terrorismo en el inmortal Jack Bauer de 24, se convierte en presidente de Estados Unidos en Sucesor designado (Netflix) después de que un atentando acabe con todo el Gobierno. La fascinación que generan estas producciones llevó incluso a tres exsecretarios de Estado de EEUU, Hillary Clinton, Colin Powell y Madeleine Albright, a fichar por Madam Secretary (CBS / Movistar+), una de las mejores y más celebradas aproximaciones a las intrigas palaciegas en el Capitolio.

DISTOPÍAS CERCANAS / Black mirror (Netflix) ha tenido grandes incursiones en el tablero político. Desde el capítulo de Waldo, un oso de dibujos animados que empieza como forma de trolear a los políticos y acaba como cibercandidato, hasta el del dilema del primer ministro británico sobre si debe o no tener sexo con un cerdo para que unos secuestradores liberen a la princesa.

Rory Kinnear, que interpreta al azorado primer ministro, aparece también en Years and years (BBC / HBO), una de las últimas sensaciones en el mundo de las series que traza, con toques de Black mirror, la ascensión del populismo a través de la mirada de Vivienne Rook, el provocador personaje que encarna con maestría Emma Thompson.

con humor / Eso sí, pocas series se han atrevido, como ha hecho The politician, a abordar el mundo de la política desde el humor. De las actuales, la más exitosa ha sido Veep (HBO), que con la hilarante Julia-Louis Dreyfus creaba situaciones que parecían absurdas e inimaginables hasta que Donald Trump cambió las reglas del juego.

Pero ni Veep ni The politician han conseguido superar a la sin duda mejor comedia política de la historia, que sigue resistiendo maravillosamente el paso del tiempo: Sí, ministro. Hilarante y visionaria serie de la británica BBC, en uno de sus diálogos más memorables ya aventuraba hace más de tres décadas el sentido del brexit. «El Reino Unido ha tenido el mismo objetivo en política exterior en los últimos 500 años. Crear una Europa desunida (...). Divide y vencerás. ¿Por qué cambiar ahora cuando ha funcionado tan bien? Teníamos que romperlo todo y por eso teníamos que entrar. Lo intentamos desde fuera, pero sin éxito».