Si Sexo en Nueva York es unánimemente considerada cine para mujeres, The mechanic es una película estrictamente viril, porque a lo largo de su relato se apilan los cadáveres y las explosiones, porque incluye escenas de sexo gratuitas y porque en general despide un cierto olor a sobaco.

En todo caso, y esto será considerado un sacrilegio por todos esos cinéfilos tarantinianos para quienes cualquier película en la que sale Charles Bronson es una obra maestra, la torpeza general de Fríamente, sin motivos personales (1972) justifica totalmente la existencia de este remake, que toma prestada de su modelo la historia pero, afortunadamente, no su ritmo inerte, ni sus pedestres secuencias de acción ni sus ínfulas existencialistas.

Centrada en el complot que se teje en torno a un asesino profesional empleado por una de esas organizaciones misteriosas lideradas por señores que murmuran instrucciones crípticas por teléfono, la película no aporta grandes novedades al subgénero.

Ninguna de sus escenas de acción es particularmente inspirada, pero están competentemente coreografiadas --aunque el amaneramiento visual del director Simon West llama la atención sobre su propio artificio cuando el foco debería permanecer en la indudable brutalidad de las imágenes--.

En todo caso, The mechanic repara lo que estaba estropeado y lo convierte en un solvente vehículo para Jason Statham. Por cierto, no hace falta ser un lince para darse cuenta de que este actor se ha encasillado. Resulta difícil imaginárselo en un papel que no consista en repartir mamporros, y es una pena. Es mucho más inteligente y elegante de lo que este tipo de películas merecen.