En su última película, Érase una vez en… Hollywood, Quentin Tarantino hace un pequeño homenaje a uno de esos cineastas europeos de género que tanto le gustan, Joaquín Romero Marchent, de quien además reconocía que fue la fuente de inspiración de su wéstern Los odiosos ocho. Su hermano pequeño, Rafael Romero Marchent, falleció ayer a los 93 años. Ambos practicaron el spaghetti-wéstern, género que encontró en ellos a los mejores cultivadores en suelo español.

Procedía de una familia cien por cien cinematográfica. Su padre, Joaquín Romero Marchent, fue el propietario de la productora Intercontinental Films. Además de su hermano Joaquín, su hermana, Ana María, fue montadora, y el hermano pequeño, César, se decantó por la actuación. Rafael hizo algunas intervenciones como actor en filmes de Edgar Neville, Rafael Gil, Fernando Fernán Gómez e Ignacio F. Iquino antes de debutar en la dirección en 1965 con Ocaso de un pistolero, filme interpretado por su hermano César y el estadounidense Craig Hill.

Más allá de discutir quien fue más importante en la configuración del wéstern mediterráneo, si Rafael o Joaquín, lo cierto que ambos forjaron un estilo, en el que el paisaje era dotado de inusual protagonismo, a partir de unos esquemas más o menos inalterables. En la prolífica filmografía de Rafael destacan títulos como Dos cruces en Danger Pass (1967), Dos hombres van a morir (1968) o el violento Garringo (1969). Llegó incluso a dirigir una comedia del Oeste con Pili y Mili, Dos pistolas gemelas (1969) y practicó otros géneros populares y exploit.