"Vicente, Vicente, Vicente...", gritaba un enfervorecido hincha de Alburquerque mientras aguardaba el paso del autobús de la selección en los aledaños del estadio Algarve a medianoche. El futbolista del Valencia había sido el mejor del partido y el aficionado extremeño también debió ser de los mejores animando desde la grada. Tenía síntomas de haber tomado algo más que el sol del sur portugués, pero también de haber disfrutado como pocas veces en un partido de fútbol. "Cuando vayamos al pueblo no se lo creen", le decía otro paisano. No fueron los únicos, pero sí de los más numerosos en el primer partido de la selección española en la Eurocopa de Portugal, uno de los acontecimientos deportivos de mayor nivel y que más cerca ha estado de la región.

Y los extremeños no defraudaron, ni mucho menos. Se hace difícil saber a ciencia cierta cuántos festejaron como posesos el gol de Valerón que valió la primera victoria española, pero no serían menos de un millar... más o menos. Excursiones desde Badajoz, Calamonte, Mérida o Cáceres y aficionados en vehículos particulares desde Montánchez, Plasencia, Santa Amalia, Don Benito, Cáceres, Badajoz o los ya citados de Alburquerque.

Tranquilidad

La excursión a tierras lusas se hace con bastante comodidad y los operativos tanto de la Guardia Civil de Tráfico en España como de la Guardia Nacional Republicana en Portugal permiten un desplazamiento sin sobresaltos. La mayoría llegó por Ayamonte y nada más cruzar el puente sobre el Guadiana --éste era también el nombre del operativo montado para este partido-- comenzaban las medidas de seguridad. Apenas hubo incidentes, aunque los partes policiales apuntan a seis detenidos, dos de ellos ciudadanos españoles. La organización estuvo bien, a pesar de las circunstancias propias de grandes aglomeraciones y los incómodos cacheos previos.

El ambiente fue excelente. Mucha gente joven con ganas de pasarlo bien, algún que otro botellón para avivar las gargantas antes de entrar al precioso recinto que comparten Faro y Loulé y que se asemeja a una carabela, prueba del espíritu portugués.

Y más de lo nuestro. Un aficionado de Santa Amalia sin entrada consiguió finalmente su objetivo; un par de concejales cacereños disfrutando del ambiente, una peña de Calamonte con su bandera en lo alto de una de las tribunas y las explosivas seguidoras rusas poniendo en pie a la grada.