Nuestra piel de toro se tiñe de color rojo a partir de las tres de esta tarde. Nuestras gargantas gritan a por ellos oé, mientras nuestros corazones se aferran a lo que cada cuatro años era una ilusión y ahora, con los pies en el suelo, alcanza la categoría de sueño. Para el mundo es el partido 15 del campeonato, para nosotros, el primero. Empieza el Mundial de España, que se juega en Alemania. La selección que nos une, la ceremonia del himno que nos agarra, resquicios de pueblo.

Ucrania espera con o sin Andrei Shevchenko, que no es lo mismo. Nos volvemos a poner en las manos de Iker Casillas. Confiaremos en la sangre joven de Sergio Ramos, nos aferraremos al espíritu de Carles Puyol, a la cabeza fría de Pablo Ibáñez, a la mentalidad argentina de Mariano Pernía; al motor de Xabi Alonso, al pulmón de Marcos Senna, al ordenador de a bordo de Xavi Hernández; a la inspiración de Luis García, al cañón de David Villa y a la sorpresa de ese famélico de gloria que es Fernando Torres.

No sabemos quién tirará del carro o si volveremos a descarrillar, para no variar. La España de la paradoja se asoma a un nuevo Mundial desde el corazón roto de su capitán suplente Raúl y desde el contraste de ver a un Luis Aragonés simpático, poniendo a la presión buena cara. Esperemos que toda la sabiduría de Hortaleza aflore en tierras germanas. Para empezar, tiene mandangas que Xabi Alonso y Senna no hayan jugado ni un minuto juntos en los tres partidos de preparación, pero eso ya es historia y es precisamente del pasado de lo que queremos huir de manera perentoria.

La selección busca un estilo, a la vez que busca un referente porque el seleccionador cree que el mejor jugador español de la última década no merece ser titular. Raúl se traga su ración de suplencia, con el corazón encogido, después de regatear a su lesión para ser útil a su país, tal día como hoy.

Y en esa búsqueda, esa indefinición tan nuestra, España compite por intentar llegar a la excelencia del fútbol mundial, dispuesta a dar por fin el golpe, a sentarse en la misma mesa que Brasil, Alemania, Italia, Argentina o Francia. A nuestra selección siempre se la espera, pero nunca llega. Esperemos que esta vez sea la buena.