CARTAGENA - 3: Limones; Alex Cacho, Astrain, Tarantino, Zurdo (Riau, min. 60); Marcos, Carlos David (De Lerma, min. 53); Antoñito, Menudo (Fernando, min. 60), Fede; y Megías.

ARROYO - 2: Juanma; Manu, Bayón, Castaño, Gutiérrez; Morán (Dani, min. 82), Lolo; Ruano, Juanfra (Bezares, min. 61), Santi Polo (Juanjo, min. 70); y Willy.

GOLES: 0-1 (min. 37) Santi Polo. 0-2 (min. 57) Juanfra. 1-2 (min. 64) Riau. 2-2 (min. 66) Fede. 3-2 (min. 90) Fede.

ARBITRO: García Aceña (valenciano). Amarilla a los locales Tarantino y Zurdo y a los visitantes Gutiérrez y Willy. Roja a Ruano (2A, min. 85).

El Arroyo dilapidó una victoria que saboreó durante muchos minutos, que paladeó y que, al final, se le indigestó. Por trabajo, constancia y ambición, el cuadro extremeño triunfó, aunque, a los puntos, el Cartagena fue mejor (3-2).

El desarrollo fue el mismo para los arroyanos que hace dos semanas ante el Granada B, donde empezaron ganando 0-3 y acabaron cediendo 4-3.

Una salida en tromba y un palo de Fede que pudo desequilibrar un argumento que se asociaba a las dudas y a la tensión local. Parecía emerger el partido con una suficiencia tremenda, con galones de victoria, pero se deshizo diluido en su propia inercia, más alejada de las necesidades de los dos.

Porque el duelo alcanzó su metamorfosis de forma constante. Tan pronto nacía peligro como moría la actitud en la zona de nadie. Y, entre todos, amaneció el Arroyo para hacerse fuerte con el paso de los minutos a base de brega y metros, espacios para comer a la zaga local.

En uno de ellos apareció Santi Polo para cruzar al palo largo un desajuste de la zaga local, pendiente del error como nadie. Con el gol, pareció que existía un argumento alternativo. El Arroyo, jugó casi como su camiseta, una partida de ajedrez en la que no dieron el jaque mate cuando pudieron: antes del descanso. Superiores en el control, el asueto les vino mal cuando tenían contra las cuerdas al equipo de Tevenet.

REMONTADA LOCAL En la reanudación el Arroyo no olvidó continuar con el guión que les sostenía. Una contra pudo suponer el segundo a los tres minutos. Willy se sacó un zapatazo que despejó Limones a saque de esquina cuando el balón iba directo a la escuadra. Diez minutos después los de Marrero hacían el segundo ante una defensa local que se desangraba al ritmo de baile de Juanfra, con tres quiebros para medir la cintura de Tarantino y Astrain.

Tevenet adelantó líneas unos metros con De Lerma y ganando cuchillo por la banda con Riau. Tanto peso específico en ataque hizo recular a los extremeños, sobre todo tras el gol de Riau, de falta directa al borde del área. Una diana que tuvo más efectos psicológicos para los de Marrero en su tránsito por el choque.

Dos minutos después, en pleno subidón local, Fede igualaba con un gol de pillo entre dos centrales dormidos. Nacía un nuevo partido de 20 minutos. Sorprendentemente, el Arroyo fue valiente. Un equipo menor se hubiera hecho fuerte atrás, con parapetos sobre su meta, sin tratar el balón, en definitiva, con miedo. Pero no. Marrero les hizo seguir a lo suyo. Y Willy, un minuto tras el empate, tuvo el tercero en sus botas. Un remate suyo a bocajarro era sacado casi bajo palos por Limones. En la contra, Juanma salvaba un disparo Limones que olía a gol. El partido enloquecía.

Y entre tanto descontrol, la velocidad y las imprecisiones hacían de las suyas. Los visitantes apelaban a las contras, mientras, los de Tevenet intentaban enlazar pases, llegar con el balón cosido al pie hasta la línea de fondo. Antoñito y Alex Cacho convertían en autopista una banda que se deshacía ante la posesión local. La expulsión de Ruano hizo minimizarse a los visitantes. Más juntos, intentaban no perder el sitio, pero las embestidas del Cartagena evidenciaban una velocidad de crucero mayor. Y, en eso, el gol. Manufacturada la jugada desde la diestra, Fede apareció a treinta segundos del final, para marcar desde cerca un pase atrás desde el fondo, una línea que pertenecía, por insistencia al equipo de casa.

Volteado el partido, quedaba esperar el descuento entre el jolgorio local. El Arroyo, buscando culpables, ponía en la diana a un colegiado que influyó entre poco y nada y que oscurece el brillante y digno papel que, durante muchos minutos, realizaron sobre el césped.