Recuperar la categoría perdida no es fácil. Tenemos el ejemplo de esta temporada en Guadalajara, Toledo, Torrelavega, Alcalá de Henares, Jerez de la Frontera, Toledo, Jaén, Sestao o Portugalete, Tarrasa, Orense y ciudades similares a Cáceres que ya habían caído por el camino. El fútbol es muy difícil. No hay población de 25.000 habitantes en adelante que no quiera asomarse al fútbol profesional, por lo que todos van al límite: Huesca, Villareal, Soria, Mérida, Eibar, Almendralejo…, que no solo han catado LFP, sino que lo han hecho en la máxima categoría. Por nuestra parte, en 101 años de existencia hemos conseguido una exigua y efímera presencia en la segunda categoría. En más de un siglo, que se dice pronto.

Las causas, como suele suceder en todos los desastres, son variadas, pero la mala suerte y las decisiones equivocadas se encargaron de alinearlas en el peor orden posible. Puedo hablar de lo vivido o de lo más o menos contemporáneo, que coincide con la época en que comenzaron las meteduras de pata.

Comienzo por la idea de tener un estadio en propiedad. Los nostálgicos recuerdan aquellas tardes de domingo con las gradas de la Ciudad Deportiva repletas aunque cayeran chuzos de punta, entre otras cosas porque esa instalación estaba dentro del casco urbano y era mucho más accesible para el aficionado. Además, el nulo coste de mantenimiento representaba un ahorro económico que se traducía en la categoría de los nombres propios que firmaban por el Cacereño; esa ventaja desaparecería el día que tuviera un campo en propiedad, y no lo supieron ver. Imagino los sueños de grandeza que pasaron por las mentes de los directivos en aquellos años 70, pero alguien les coló un gol por la escuadra que ha pesado, pesa y pesará en donde más se nota: la cartera.

El Cacereño no es el Real Madrid ni el Fútbol Club Barcelona ni el Athletic de Bilbao, aunque algunos lo pensaran hace 45 años. Disponer de un estadio en propiedad es un anacronismo que lastra nuestras aspiraciones deportivas año tras año. ¿Cuántos rivales conocen en la misma situación? ¿Qué necesidad hay de sostener un activo que genera más gasto que beneficio? Cuestión aparte es la situación legal del terreno que soporta la instalación, y ello podría estar detrás de algunas decisiones.

Albergo la esperanza de que alguna corporación municipal encuentre un buen día la manera de ayudar a su equipo y sitúe a Cáceres en el mapa nacional, dando de paso un empujón al turismo de fin de semana. Un simbólico euro por el estadio, se asume un gasto objetivamente imperceptible para las arcas municipales, se dispone de un recinto espectacular para actos y celebraciones de todo tipo y se siembra para que hoteles, comercios y restaurantes noten en su cuenta de resultados la visita de aficiones numerosas. Se sorprenderían algunos políticos de lo que pueden suponer los éxitos futbolísticos bajo su mandato y sin necesidad de prevaricación alguna. Me llama la atención que no se hayan sentado a plantearlo seriamente, aunque puede haber otros motivos que impidan un acuerdo tan aparentemente sencillo. Dejémoslo ahí.

El segundo error fue la conversión en Sociedad Anónima Deportiva. Desconozco si tapar la deuda que acumulara el club estaba detrás de aquello, pero convengamos en que el precio de venta de una empresa deficitaria por naturaleza es el primero de los escollos que debe superar cualquier inversor que se atreviera a lidiar ese toro. El segundo sería asumir el pasivo que el equipo generara año tras año, y aquí tenemos el eterno problema. Algunos dicen que un club bien dirigido no genera desfase económico alguno, cosa que yo traslado solo a un proyecto sin ambición. Hay honrosas excepciones, que conste. Pero el fútbol cuesta un río de dinero si se quiere ser competitivo. No es rentable salvo que las televisiones te llenen la cartera dos o tres categorías más arriba. Por tanto, toca rascarse el bolsillo si tienes aspiraciones de ascenso o bien decir a las claras que gastarás en el equipo lo que se ingrese y ni un euro más. No podemos obligar a nadie a poner de su bolsillo lo que nosotros no podemos o no queremos. Se supone que el asumir la propiedad del club implica hacer ese esfuerzo, pero no obliga.

En definitiva, bastante complicado es el fútbol como para que nosotros nos lo compliquemos más con el estadio y con la Sociedad Anónima Deportiva. Al menos, mantenemos una tradición de 101 años, cosa que no todos pueden decir. A base de desaparecer, refundirse y mandar al limbo la deuda inasumible que algunos generaron (y gracias a lo que pudieron competir a más alto nivel) prosperaron más rápido. Así se pasa de Segunda Extremeña a Segunda División A en pocos años, pero tampoco se trata de eso. Ése es el camino fácil, pero en Cáceres preferimos ser más tradicionales y menos simplistas, cosa que celebro.

En cuanto a los dirigentes del Cacereño, podría elaborar teorías según arte, como en botica, pero no sería justo con ellos. Para hablar de algo hay que haberlo vivido, haber participado desde dentro. En su día, yo colaboré con el club. Charlaba con los árbitros, con las directivas de los equipos rivales y acompañaba a los entrenadores en rueda de prensa, pero eso no me otorga un conocimiento suficiente que me permita opinar con autoridad sobre las cuentas, los entresijos o los balances económicos de un club como es el Cacereño. Ni falta que hace, además. Sentenciar sobre lo que hay que hacer es fácil, y cada cual que opine, pero yo no lo haré desde fuera.

A mi entender, aquellos barros trajeron estos lodos. ¿Soluciones? Personalmente tengo claro quién es el presidente/dueño/consejero general que necesitamos para llegar alto. Por ahora prefiero callar, pero descarten mi nombre. Ese traje me quedaría demasiado grande, como dije en su día a quien se lo tuve que decir. Mi candidato está en Cáceres, tiene el perfil adecuado, es mejor que todo lo conocido y debería dar el paso que un día quiso dar. Puede que no sea el momento o que haya algo de rencor en alguna de las partes. Quién sabe.

Por la parte del aficionado, que es en calidad de lo que hablo y de lo que siempre he hablado en mis intervenciones en radio y televisión, creo que es justo reconocer lo que se ha conseguido. Miro al campo y veo un césped muy mejorado respecto a temporadas anteriores, torretas levantadas e iluminación nueva, un video marcador funcionando, una página web renovada, un Eibar que sudó tinta china para pasar la eliminatoria de Copa del Rey y un equipo que ha competido hasta el último segundo. Ahí está la jugada del penalti no pitado con el tiempo cumplido, aunque luego habría que meterlo. Eso es lo que hay, con independencia de lo que haya detrás.

Esperando que lleguen tiempos mejores. Nos queda apoyar al club esté quien esté al timón del barco porque es un emblema de nuestra ciudad. Aficionados y empresas deben empujar para que la próxima temporada seamos primeros y así tengamos más opciones de subir. No queda otra. En juego está nuestro equipo y nuestra identidad como ciudad.