Cuando tienes clara tu pasión no hay frontera que se resista. Algo así es lo que piensa Juan José González Pérez (Cáceres, 30 de abril del 1997), que tras un año complicado cerrará el 2016 haciendo lo que más le gusta, jugar al fútbol sala, aunque para ello haya tenido que acabar en Suiza. Desde hace un par de meses este cacereño de solo 19 años forma parte del Mobulu Futsal Uni Bern, uno de los dos equipos de la ciudad de Berna que militan en la primera división suiza de futbol sala.

El camino hasta llegar ahí no ha sido fácil, pero la satisfacción por lograrlo es máxima. Y los resultados, de momento, fantásticos: seis partidos y seis victorias, «con cinco goles y cuatro asistencias», apunta Juanjo González, destacando que esa no es una faceta en la que haya destacado nunca. «Mejor que en toda mi vida», añade satisfecho.

Como cualquier niño, Juanjo probó varios deportes hasta que llegó al fútbol sala y rápidamente descubrió que eso le gustaba. Destacó rápidamente y en su memoria guarda el recuerdo de varios días en Mazarrón cuando siendo aún infantil acompaño a la selección extremeña cadete.

Más nivel y competitividad

Probó el fútbol buscando «más nivel, más competitividad». Estuvo en verano en el Cacereño, pero apenas necesitó un par de entrenamientos para descubrir que no era lo mismo. «Demasiado esquematizado», rememora.

Y fue quizás en ese momento cuando todo cambió. El Forma Cáceres había bajado de categoría y Juanjo, que había estado en las categorías inferiores del club cacereño, recibió la llamada de Marcelo Almedia, «mi referente», dice sin duda y con mucha admiración. Solo tenía 15 años, pero poco a poco se fue ganando la confianza del entrenador brasileño para, desde el día de su debut en Madroñera (algo que no olvida) ir ganando minutos en la pista.

Al acabar esa temporada el Forma desapareció y en verano recibió la llamada del Malpartida, que entrenaba Antonio Salguero. «Lo pasé muy, muy mal, porque veía que me merecía jugar cada partido», pero sin embargo no llegó a debutar.

Al año siguiente se abrió una nueva ventaja, la de la División de Honor juvenil de fútbol sala y con la ayuda de su padre peleó hasta formar un equipo en el que también estaba Nene, que recientemente ha jugado dos amistosos con la selección española sub -19. La temporada fue bien, tanto que alternaba los partidos en el equipo juvenil con el conjunto sénior, ya en Segunda B. «Había fines de semana que jugaba los sábados con uno y los domingos con otro, soy un fiebre de este deporte», ríe Juanjo.

El inicio de la aventura

Tras disputar el campeonato de universitario y de selecciones en Ceuta, en verano recibió la llamada de su representante con una oferta del fútbol sala italiano. «De cabeza, pensé, me atrae mucho salir, crecer como persona». Pero no cuajó, como tampoco lo hizo la oferta siguiente, del Sporting de París, con el que llegó a firmar un contrato.

El verano se acababa, los equipos avanzaban en sus pretemporadas y Juanjo no estaba dispuesto a quedarse sin nada que hacer. «No podía estar otro año en blanco, esta es mi pasión y aunque sigo estudiando [hace on-line Magisterio por Educación Primaria en la Universidad de Navarra], lo primero es el fútbol sala».

Ese deseo de moverse le llevó a acabar de au pair en Suiza, donde rápidamente se puso a buscar equipo. Aprovechando las nuevas tecnologías, contactó con el portero del Mobulu Futsal Uni Bern y la selección suiza, Fabián, de padre boliviano. Concertó una prueba y rápidamente Javier Fernández, su nuevo entrenador, confió en sus posibilidades. En el equipo de Berna Juanjo se ha sentido acogido y querido («se han volcado conmigo, me ayudan en todo lo que pueden»). Para cada entrenamiento tenía que hacer más de dos horas y media de desplazamiento, por lo que cuando pudo se mudó a la ciudad en la que ahora juega al fútbol y pronto empezará a trabajar.

En medio ha habido muchos sinsabores, pero a este ala-cierre cacereño que maneja muy bien las dos piernas se le ve ahora feliz. Ahora está en Cáceres, pero pronto vuelve a Suiza, donde le espera el derbi contra el otro equipo de Berna. Y que tiemblen, porque Juanjo llega con las pilas cargadas. «La suerte hay que buscarla y yo creo que me lo he currado».