El Extremadura y la afición de Almendralejo ya van asumiendo que su romance con el fútbol profesional va a durar tan solo dos temporadas. El descenso de categoría es cuestión de días y podría producirse de manera matemática esta próxima semana si los resultados vuelven a estar en contra de los azulgranas.

A falta de cuatro jornadas por disputarse y doce puntos en juego, el Extremadura está a ocho puntos de la permanencia. No solo la distancia es prácticamente insalvables, sino que todos sus rivales que están por encima, a excepción del Lugo, le tienen ganado el golaveraje particular, por lo que cualquier empate a puntos le condena a estar siempre por detrás. Es decir, que el descenso es una realidad más que palpable.

Con esa sensación ya se marchó de Soria la expedición azulgrana después de completar otro insulso partido en esta era post-covid-19, donde el Extremadura nunca ha encontrado buenas sensaciones. Aquel encuentro inicial con empate a uno en Elche tan solo fue un espejismo y la derrota tres días más tarde en casa ante el Albacete fue la chispa del derrumbe del cuadro de Manuel Mosquera.

¿Qué ha pasado?

Las preguntas y los debates ya están en la calle. ¿Qué le ha pasado al Extremdura? ¿Dónde habría que buscar responsabilidades?

La responsabilidad de este descenso más que palpable está muy repartida, desde arriba hasta abajo. Para empezar, los continuos problemas que han sacudido al Extremadura a nivel institucional, con cambios de directivas y trifulcas públicas entre los grupos de Franganillo y Oliver que han terminado también pasando factura. Tanto al ánimo del aficionado como a la credibilidad de los jugadores, quienes en muchas ocasiones han vivido en la continua incertidumbre que les rodeaba el propio club.

La planificación deportiva, a tenor de los resultados, tampoco ha sido la acertada. Más que en nombres, en demarcaciones. El Extremadura ha terminado el campeonato sin un lateral izquierdo específico, con seis medios centros y con apenas dos delanteros, siendo el titular un cedido. El fichaje fallido de Alex López nunca tuvo reemplazo y la marcha de Willy pareció precipitada sin buscarle un sustituto. También fue sorprendente la baja de Josema, un central que no gozó de ningún minuto en liga y que ha sido titular indiscutible en un Elche que roza el playoff. Al murciano, además, lo han renovado tres temporadas más y se marchó gratis de Almendralejo.

Manuel Mosquera tampoco ha dado este año con la tecla para levantar los resultados. Ha pulsado muchos botones, probando varios esquemas, cambiando jugadores de posiciones y haciendo múltiples variaciones, pero lo que tenía en el armario no le ha llegado para obtener resultados. Eso sí, el técnico gallego ha ofrecido un comportamiento ejemplar, ejerciendo de pegamento para que el vestuario nunca se rompiera y sobreviviera a los continuos vaivenes que daba la entidad en escalafones más arriba. Ha representado el coraje y la fe de los azulgranas, pero sin suerte.

Y, por último, una plantilla que no ha dado más de sí para lograr la permanencia. El club apostó por una serie de jóvenes futbolistas que no han terminado de explotar. Al equipo le ha faltado veteranía, empaque, experiencia y líderes en los momentos difíciles. Ha vivido de las paradas de Casto, el alma y pundonor de Zarfino, los chispazos de Nono y el papelón de Alex Alegría en el tramo final.

No obstante, cierto es que gran parte del plantel lo ha dado todo, incluso en circunstancias difíciles a nivel deportivo. Ahora, el club tiene tiempo para reflexionar y aprender de los errores. Y para terminar con honor dos años de fútbol profesional que ha regalado a toda Extremadura.

Las cuentas

Cierto es que en el fútbol, eso de los milagros, a veces ocurre. Pero es más normal y común que la lógica y la evidencia se impongan ante lo casi imposible. El descenso del Extremadura no es matemático, pero no tardará en serlo. Este martes, los azulgranas reciben al Cádiz en el Francisco de la Hera. Si ganan, prolongarán sus opciones, pero si pierden o empatan podrían descender entre semana si rivales como Numancia, Albacete y Oviedo ganan. No obstante, es más probable que ese posible descenso pudiera darse en La Coruña, la casa de Manuel Mosquera, donde el Extremadura juega el domingo a las 17.00 horas. Allí, si pierde, si es casi seguro el descenso oficial.

Después de La Coruña, al Extremadura le quedarán dos partidos ante Sporting de Gijón y Las Palmas. El primero en Almendralejo y el segundo en Canarias. Puede que ninguno de esos rivales tenga ya nada en juego, por eso el Extremadura tenía esperanzas en ganar en Soria y poder echar cálculos reales de salvación. Dos años y un par de semanas después, el Extremadura está a punto de volver a la realidad de la Segunda B.