Tras un inicio demasiado turístico en Córcega, el verdadero aire de Tour, el de siempre, ya se respira en la ronda francesa de las 100 ediciones, la misma que ayer contempló a un Alberto Contador radiante, por fin gallardo en una contrarreloj y con los suyos. El Saxo-Tinkoff plantó cara al todopoderoso Sky. O lo que es lo mismo, a quien está llamado a ser el principal adversario del madrileño en la pelea por el jersey amarillo: Chris Froome.

Quiso el Tour comenzar una carrera más por sus paisajes, llevando las metas lejos de las ciudades y de los aficionados y teniendo a todos con el corazón en un puño por carreteras de estampa fotográfica pero que radiaban peligro en cada curva. Adiós a Córcega y bienvenidas las masas, las que se aglutinan en las calles y las que, a veces, cuando son tan numerosas, juegan malas pasadas a los ciclistas. Benja Noval, llamado a ser el protector de Contador en las etapas llanas que ahora vienen, acabó en el hospital porque justo al partir el Saxo-Tinkoff un espectador le golpeó y le destrozó un dedo de la mano izquierda.

La baja --Noval enseguida se descolgó-- tuvo consecuencias más allá del dolor del ciclista. Con nueve, seguramente, el Saxo habría restado ese suspiro de seis segundos que ayer le sacó Froome.

En la misma avenida donde acostumbra a finalizar la París-Niza, Contador comprobó lo que sabía. Este año, sí. En este Tour sí que tiene un equipo potente, que le atiende cuando llega un contratiempo y que lo impulsa en la contrarreloj; ayer, 25 kilómetros, demasiado llanos para el Movistar, que partía como principal favorito (séptimo, al final). En Niza ganó de forma sorprendente el Orica australiano, con Simon Gerrans como jersey amarillo, el conjunto que empotró el sábado pasado su autobús en la meta de Bastia y sembró el caos en Córcega.