En marzo pasado, no hace aún ni un año, estaba jugando con el juvenil del Girona en Ibiza. En ese equipo también estaba Valery, con quien comparte ahora vestuario en Montilivi. Pero nadie podía imaginar, ni siquiera el propio Pedro Porro, que galoparía tan rápido por la banda derecha y que se convertiría en una de las nuevas sensaciones de la Liga española. En Don Benito, donde nació el 13 de septiembre de 1999, ya conocían de la existencia del nieto de Antonio, un abuelo que no se ha perdido ni un solo partido de ese joven atrevido que abandonó Extremadura camino de Vallecas para demostrarse a sí mismo que podía llegar a Primera División. Ni él intuía la velocidad de su carrera. De su año en el juvenil (15 goles y 30 asistencias) a una espectacular irrupción en la elite iniciando la temporada como titular. Obra de Eusebio fue detectar en un extremo goleador las condiciones y el talento necesario para convertirlo en un potente carrilero. Debutó contra el Valladolid y su segundo partido en Primera fue contra el Madrid. El impacto de Pedro Porro ha sido tan inmediato que el Girona, consciente de la valiosa joya que posee, le renovó hasta el 2023, colocándole una cláusula de rescisión de 50 millones de euros, la más alta de la plantilla.

CARLOS ALMENA. Coordinador del Gimnástico

«Era yo juvenil y ya me metí muy temprano a gestionar la cantera del Gimnástico Don Benito. Me acuerdo, por ejemplo, de personas que han tenido un papel fundamental en el desarrollo de Pedro como futbolista. Estamos hablando de Jonathan Montalvo y de Yeyo, su padre. Ellos tenían una asociación deportiva de fútbol-sala en Don Benito, donde Pedro empezó a jugar. Debía tener cinco años. Yeyo y su hijo se unieron al Gimnástico Don Benito para tener más fuerza como club. Tampoco nos podemos olvidar de Benito Cerrato, que no fue presidente del club pero como si lo hubiera sido. Ejerció como un padre para los niños del equipo. Él llevaba, por ejemplo, a Pedro a las convocatorias de la selección extremeña. Llevaba a Pedro y a su abuelo Antonio, una de las personas más importantes. Como Carmen, su abuela.

Recuerdo, por ejemplo, un partido con la selección extremeña en Alcobendas. Pedro era cadete de segundo año. Y allí estaban a las nueve de la mañana Antonio, su abuelo, y Ángel, su tío. Habían pasado la noche durmiendo en una furgoneta esperando la hora del partido. Llevo muchos años en el fútbol-base, y no he visto a nadie igual. Con nosotros era un extremo con muchísimo gol. No había nadie que lo pillara, volvía locos a todos los rivales. Le he visto hacer barbaridades con la pelota. Cuando Pedro cogía el balón, pensabas: ‘¡Esto es otro nivel, otro...! Es un niño muy atrevido, no tiene miedo, pero necesita siempre a su familia porque se siente mucho mejor».

ÁNGEL DONGIL. Técnico del Rayo Juvenil

«Le vimos con la selección extremeña. Él marcó un gol. Luego, vino a probar con el cadete A del Rayo de Javier Galapero, eran los chicos de su edad. Pero luego también probó con el juvenil B, eran chicos mayores. Queríamos ver cómo competía con ellos. Tanto Javi como yo hicimos un informe positivo. Pedro era un chico muy ambicioso, tenía muy claro que quería ser jugador. A veces, descuidaba un poco los estudios porque daba prioridad al fútbol. Ahí de vez en cuando teníamos alguna guerra con él y le decíamos: ‘Piensa en el fútbol, pero también piensa en estudiar. Tienes tiempo para todo’».

«Venía siempre muy motivado a los entrenamientos y eso que tuvo una lesión en la espalda al inicio de su etapa en el Juvenil B. Una lesión en una vértebra. Empezó dos meses más tarde. Estuvo jodidillo con eso porque además tampoco tenía a su familia en Madrid. Pedro vivía en un piso que tiene el Rayo en Vallecas para los chicos de fuera, un piso donde están con una señora que les cuida. Yo lo tengo en el juvenil. Era su último año aquí. Era extremo. Se sentía más cómodo en la izquierda porque le gustaba arrancar desde fuera para irse hacia adentro y aprovechar así su buen golpeo. Solía hacer esas diagonales, tenía mucha movilidad, con el balón lo hacía bastante bien. Era más bien finalizador, de acabar las jugadas él que de centros. Aquí jugaba de extremo y, de hecho, algún día jugó de delantero centro. Lo hacía bien porque tenía remate y gol. No podía imaginar que acabaría jugando de lateral. Aquí le costaba replegar, era más de acabar las jugadas».

ALBERT SIRIA. Director de la Academia del Girona

«¿Cómo llega Pedro a Girona? Pues me llega un chivatazo de una persona de máxima confianza mía diciéndome: ‘En Madrid hay un crío muy bueno’. Entonces fui a verlo. Y el primer día no salió de titular. Jugó la segunda parte. Era un partido de ritmo bajo y él intervino en dos o tres acciones. Me gustó. Lo fui a ver otras veces. Jugaba de extremo zurdo, aunque en aquel partido lo veo a pierna natural, pero ya se le veía con un control orientado que es de primer nivel. Tiene un golpeo y un centro que es élite. Eso se ve en el futbolista. Si luego ves su carácter y mentalidad... Luego, aquí se ha tenido que construir también muchas cosas. Cosas que no son las genéticas, pero aquí le hemos dado muchos hábitos profesionales, valores deportivos. La construcción del futbolista fuera del campo es tan o más importante que lo que hay en el campo».

Una vez nosotros lo habíamos atado aparecieron otros equipos. El Madrid lo quería, el Atlético, el Villarreal… Sé que hubo un interés del Bayern Múnich. Lo querían varios equipos, pero el jugador creyó en el proyecto y hoy es una realidad. Fueron meses de mucho trabajo para traer al chico porque dependía de otro club. Empezaron a aparecer esos grandes clubs, pero la determinación de Pedro y de las personas que le asesoran fueron claves. Creyeron en el proyecto del Girona. Otro chico no habría actuado así y habría dicho: ‘Me voy a este equipo más grande’. Pedro, no.

Él, por ejemplo, no ha pasado por el filial. Hace toda la temporada con el juvenil y solo juega dos o tres ratos con el filial. Va del juvenil al primer equipo, eso demuestra su nivel. Lo que tiene en la cabeza este chico es diferente. Es una mezcla de mentalidad con descaro, a veces inconsciencia, que le hacen ser primer nivel. Cuando Pedro tiene el balón siempre pasan cosas. Posee una gran claridad mental para diseñar las jugadas y la calidad para ejecutarlas. Y en el Girona tenemos a Eusebio. Cree en esto, lo siente suyo. En el club trabajamos en la misma filosofía, pero luego debes tener alguien en el primer equipo que apueste por los chicos y diga: ‘Venga, a jugar’. Eusebio lo siente, lo lleva dentro, los pone en el equipo con una naturalidad increíble. También sabe transmitirles calma. Son chicos que no dominan todo este tipo de presión. Para nosotros eso no tiene precio. Si arriba te encuentras la puerta cerrada, no hay nada qué hacer».