Del británico Chris Froome se decía que no era un buen bajador, pero en el descenso del Peyersourde, en la segunda etapa alpina, se quitó ese 'sambenito' para ganar la etapa, colocarse el maillot amarillo y asestar a sus rivales un golpe moral de talla.

"Quería hacer algo por mis compañeros, que han trabajado duro durante toda la jornada. Intenté irme en la subida, pero no funcionó, así que probé suerte bajando", señaló el jefe de filas del Sky. Como en sus dos anteriores triunfos en el Tour, en 2013 y el año pasado, el británico golpeó primero en Pirineos sorprendiendo a sus rivales. Todo el mundo esperaba un ataque de Froome en ese macizo, pero sorprendió con su demarraje en el descenso. Nadie le esperaba.

Froome se lanzó sin pensarlo en las rampas que llevaban hasta Bagnères-de-Bigorre, sentado sobre el sillín y pedaleando, lo que dejó una estampa muy peculiar, una nueva imagen para la colección de posturas heterodoxas del británico de Kenia conocido ya por su forma poco convencional de subir puertos. El británico negó que haya inventado una nueva forma de bajar y no quiso que se asocie esa postura con su nombre: "Lo único que hecho es intentar bajar lo más rápido posible".

Froome reconoció que "corrió algún riesgo, pero que no fue excesivo" y señaló que el tiempo logrado en la meta, 13 segundos sobre su principal rival, el colombiano Nairo Quintana, más los diez de la bonificación por ser el ganador de la etapa, "no es muy elevado". "No me esperaba lograr hoy el amarillo, ha sido un buen premio para mí", dijo el corredor del Sky.

Froome auguró que, a partir de ahora, volverán a salir las sospechas sobre la naturaleza de sus exhibiciones, pero indicó que no le afectan en absoluto.

"Estoy muy feliz por haber logrado el liderazgo y por haber ganado una etapa de una forma que nunca antes había conseguido en mi carrera", señaló. "Siempre que llega la montaña tiene una actitud de ataque. Nadie esperaba que fuera así. Yo, viendo las imágenes de su bajada, tenía el corazón en un puño", indicó.

En el Sky nadie da la victoria por lograda, aunque asumen que han dado un golpe moral a sus rivales. "Hoy he podido aprovechar esta situación, pero hay etapas más montañosas que serán más selectivas", afirmó.

Se fue solo, jugándose el pellejo, a tumba abierta volcado sobre el manillar. Un alarde de valentía, ambición y de confianza. Se encontró con la ocasión y sacó oro de una situación que no estaba prevista. Ya es historia Alberto Contador, que ya no es considerado ni como líder del Tinkoff. Su compañero Kreuziger es duodécimo de la general y el madrileño vigésimo.