La suspensión al descanso del Rayo-Albacete, después de que la grada gritara ‘nazi’ al visitante Zozulia, ha abierto un debate encarnizado en las entrañas del gran espectáculo de masas patrio con connotaciones más sociales que deportivas, más filosóficas que físicas, más idealistas que prácticas; entre partidarios de todo el espectro político.

Por primera vez en la historia se ha parado un partido profesional de fútbol por gritos desde la grada y, con el precedente ahí, la puerta está abierta para que otros colegiados tomen el camino de la suspensión ante declaraciones más o menos altisonantes de la grada.

Ahora surgen preguntas: ¿Dónde se sitúa el listón de la suspensión?, ¿se detendrá el clásico si hay cánticos altisonantes?, ¿es equiparable un insulto sexista, racista u homófobo con llamar a alguien nazi?.

Desde el primer momento, se han movilizado todos los resortes sociales y políticos de España, todos en defensa de palabras grandilocuentes que no les dan la razón. La derecha se ha colocado como abanderada de la lucha contra todo tipo de faltas, insultos, menosprecios… incluso contra que alguien sea señalado por una ideología. La izquierda, en su defensa con un ataque hacia adelante, ha sacado a relucir un buen número de altercados patrios con un amplio espectro: desde la homofobia generalizada hasta el racismo direccionado; que nunca han provocado lo que la palabra ‘nazi’ en Vallecas: la suspensión de un partido profesional de fútbol en España.

Las primera complejidad que acompaña el incidente es la asimilación de «nazi» como el insulto que desata una primera acción histórica en el fútbol español, después de que se hayan escuchado insultos, de los que no tienen ningún género de duda, en muchos campos españoles, incluso esta temporada, nunca con repercusiones graves.

Según las declaraciones del presidente de La Liga en 2017, cuando Zozulia no llegó a jugar con el Rayo; el nazismo y la homosexualidad está al mismo nivel de injuria: «En el Rayo no quieren nazis, ¿y si mañana otro equipo no quiere homosexuales?», dijo entonces Javier Tebas en medio de la polémica.

Nadie nunca ha forzado algo parecido a una suspensión, aunque Samuel Eto’o lo intentó en Zaragoza en febrero de 2006. «No juego más, no juego más», repetía contrariado el camerunés camino al vestuario tras soportar insultos racistas desde la grada de La Romareda. En esa ocasión, el árbitro lo disuadió con insistencia sobre el césped.

Entre los casos más bochornosos destaca el cántico sexista que le dedicó parte de la afición del Betis a Rubén Castro cuando fue detenido por violencia de género: «Era una puta, se lo merecía. Lo hiciste bien», cantó el Villamarín. El brasileño del Barça Dani Alves se comió uno de los plátanos que le lanzaron desde la grada del campo del Villarreal en 2014; y al portero del Rayo Vallecano Wilfred Agbonavbare le mandaron a recoger algodón tras una impecable actuación en el Bernabéu.

En ninguno de esas situaciones, hasta ahora, el colegiado del encuentro había considerado necesario tomar el camino de la suspensión.

Inseguridad / Ayer se conoció el acta arbitral del Rayo-Albacete, donde se recoge que el partido se suspendió porque «la coordinadora de seguridad comunicó que las fuerzas de seguridad no podían garantizar la seguridad de los participantes en el encuentro en la actual situación», dice el colegiado José Antonio López Toca.

El comité de competición, que se reúne mañana, tiene que decidir entre darle el partido por perdido al Rayo Vallecano, opción poco factible por la actitud colaborativa que describe el colegiado en el acta; que se juegue la segunda parte restante en Vallecas sin público, o que se traslade a un estadio neutral.

«Eso es una auténtica barbaridad”, dijo Paco Jémez, técnico rayista, ante la posibilidad de que le den a su equipo el partido por perdido. «Mañana hay un partido muy importante y habrá que tener las orejas abiertas, porque lo que es para la afición del Rayo es también para las demás», comentó en referencia al clásico. 2Lo único que pedimos es que se garantice la integridad de los futbolistas», reiteró Victor Varela, gerente del Alba.