1.375 minutos, 2.388 puntos anotados, 2.567 encajados, 20 jugadores utilizados y, sobre todo, 11 victorias y 14º puesto al final. Son los datos, pero más allá de eso en la salvación del Cáceres Patrimonio de la Humanidad ha habido muchas historias que repasar... y desvelar.

La temporada se empezó a torcer el segundo día de preparación. Anton Grady, que había dado positivo por cannabis en su anterior equipo, en Inglaterra, se mostró descontento con la desconfianza que estaba percibiendo en el club respecto a ese tema. Se le había hecho firmar un contrato que permitía la rescisión unilateral en caso de reincidencia. Cuando se le insistió en que debía pasar un control de orina, su enfado aumentó y dio el portazo cargando públicamente contra el que había sido uno de los principales valedores de su fichaje, el nuevo director deportivo-gerente, Sergio Pérez, que ha tenido un año agitadísimo.

Entretanto, Andy Mazurczak, señalado para ocupar el puesto de base titular -ha terminado siéndolo-- se rompía un metatarsiano del pie en un ejercicio rutinario ordenado por el preparador físico, Mario Hellín, que estuvo unos días poco menos que deprimido al sentirse responsable. Como sustituto temporal del base polaco llegó Arturo Cruz, adorado por el resto de sus compañeros por su carácter, pero que no demostró el nivel suficiente para jugar en LEB Oro. Estaba estudiando y llevaba semanas sin tocar balón cuando se le incorporó.

Las derrotas abundaron en pretemporada de forma sospechosa, incluyendo alguna con mala imagen. Especialmente dolorosa fue la de la final de la Copa de Extremadura en Plasencia ante un rival de LEB Plata. Aquel día las caras ya empezaban a ser largas entre los directivos, que durante estos años habían renovado a regañadientes a Ñete Bohigas, el entrenador. No gustaron ni un pelo sus declaraciones sobre que el aumento de dos a tres descensos en LEB Oro podía hacer mucho daño al equipo. Se le reprochó que se enviaba un mensaje muy negativo, pero al final ha quedado claro que razón no le faltaba.

Inicio con victoria

Empezó la liga regular y no pudo hacerlo de mejor manera: con un triunfo en la visita al Barcelona B (64-68), aunque se produjo tras desperdiciar más de 20 puntos de ventaja. Aquello ocurrió el 6 de octubre y hasta el 2 de noviembre no se volvió a ganar (84-80 al Leyma Coruña). El equipo hacía aguas por todos lados: la apuesta por un perfil de jugador más físico no se correspondía con lo que sucedía sobre la pista. A la falta de acierto ofensivo se unía una evidente inferioridad en el rebote.

A modo de revulsivos llegaban Cole Huff y TJ Sapp por Marlon Johnson (arrastraba unos supuestos problemas burocráticos que el club no peleó demasiado por solucionar) y Dmitry Utolin. El ruso ofreció uno de los peores expedientes estadísticos de la historia del Cáceres: 1,9 puntos, 0,6 rebotes, 20% en tiros de 2 y 30% en triples en 12 minutos de media. Se fue a Zamora, en LEB Plata, y también fue cortado al mes de estar allí.

Faltó fortuna al perder dos prórrogas consecutivas en Valladolid y Palma. En la décima jornada se superó al Prat (87-74) y en la duodécima, al Araberri (77-64). Aquello parecía que podía despegar, pero llegaron cuatro derrotas más y el puesto de Bohigas empezó a estar en peligro. Volvería a cumplirse esa vieja norma de que un entrenador siempre es destituido poco después de que se le refrende públicamente.

Destitución... tras ganar

El 11 de enero, el Cáceres sufría para vencer al Canoe (65-63) y Bohigas parecía salvar un ‘match ball’, pero dos días después, y tras una reunión entre directivos y los ‘pesos pesados’ nacionales del vestuario de por medio, se anunciaba el cese y el ascenso de Roberto Blanco, hasta entonces ayudante.

A esas alturas la relación entre ambos era ya bastante fría, lo que se vio confirmado cuando se produjo el cambio. No se han vuelto a hablar pese a que trabajaron codo con codo durante cuatro años y medio. Blanco asegura haber telefoneado una vez a Bohigas sin recibir respuesta.

La decisión tuvo un efecto positivo inmediato: una convincente victoria ante el Barcelona B (70-49) con un juego dinámico y eficaz. Pero fue un cruel espejismo: llegaron siete derrotas consecutivas y el equipo llegó a estar empatado con el último. Todo parecía salir mal: lesiones varias, más problemas burocráticos (Sapp y Huff viajaron a Estados Unidos a renovar su permiso de trabajo y el segundo no volvió a tiempo para jugar ante Huesca al retrasarse los trámites), desconexiones carísimas durante los partidos…

Acudir otra vez al mercado, con Dan Trist -a razón de 5.000 euros al mes, el doble que cualquier otro jugador de la plantilla- y Bakary Konate reforzando el juego interior, no daba resultado. El damnificado sería Víctor Serrano.

Pareció haber un punto de inflexión ante el Iberostar Palma: El Cáceres tenía un pie y medio en la LEB Plata cuando en el último cuarto perdía por 14 puntos, pero remontó (80-75). El siguiente partido fue el bochorno ante el Prat (95-66), un rival directo en la lucha por abajo. Tanto que el día siguiente el club se planteó sustituir a Blanco y sondeó a varios entrenadores de ‘perfil alto’ para intentar lograr el milagro. No hubo acuerdo con Javier Juárez, Arturo Álvarez y Natxo Lezkano.

Cuando menos se esperaba, llegó la reacción. Vencer a domicilio de forma consecutiva y agónica a Araberri (67-68) y Palencia (70-76), aparte de las reiteradas derrotas de los demás implicados, varió el panorama por completo. Por fin, el equipo se unió en torno a una idea y empezó a jugar muy bien. Las derrotas ante Ourense y Melilla fueron ajustadísimas e impulsaron el emocionante 85-79 ante el Granada con el ‘3+1’ de Cole Huff como momento culminante. Fue la puerta para sellar el viernes ante el Canoe (57-73) la sudadísima permanencia.