Quiso irse en silencio y sin hacer ruido. Hubo un día del año 2007 en que José Miguel Echávarri pensó que ya no podía aportar ninguna experiencia nueva a un deporte al que dedicó más de 25 años. Vendió sus acciones a Eusebio Unzué, su otra mitad en el ciclismo, y puso fin a una trayectoria como técnico en el deporte de la bicicleta que se inició con Angel Arroyo --algún día se sabrá la verdad de por qué le quitaron la Vuelta de 1982--, continuó con Pedro Delgado, alcanzó su punto de máximo esplendor con Miguel Induráin y prosiguió luego con Abraham Olano hasta llegar a la época contemporánea. Con Oscar Pereiro ganó su séptimo Tour y con Alejandro Valverde obtuvo una de sus máximas alegrías, pequeña, tal vez, pero igual de entrañable, al conquistar la Lieja-Bastogne-Lieja. Los mejores corredores españoles desde la década de los 80 han pasado por su equipo. Se le escapó Alberto Contador.

--En poco tiempo usted pasó de protagonista a espectador.

--Quise apartarme poco a poco, sin hacer ruido. Pero cuando pasas del todo a la nada siempre hay un pequeño tránsito. Ahora veo los toros desde la barrera, a distancia y con algo de objetividad. Lamentablemente te das cuenta de que, como en la obra de Jacinto Benavente, los intereses creados se mantienen vivos en este deporte.

--¿De qué intereses habla?

--Hablo de las guerras, de estas batallas interesadas que tanto daño han hecho al ciclismo en estos últimos años. Los organizadores, por un lado; la Unión Ciclista, por otro. El 2008 ha sido, con diferencia, el mejor año para el ciclismo español en conjunto. Y es a nosotros a los que nos azota la crisis y la mala situación económica mundial con una enorme fuerza.

--Sin embargo, usted lo dice. El 2008 ha sido un gran año en triunfos españoles.

--En efecto. Si hay un país que ha marcado una hegemonía a nivel mundial ha sido España. Lo ha hecho, además, con diferentes protagonistas. Carlos Sastre ha ganado el Tour; Alberto Contador, el Giro y la Vuelta; Alejandro Valverde, algunas de las mejores clásicas, y Samuel Sánchez el extraordinario premio de los aros olímpicos. Ha sido un año para enmarcar. Lamentablemente no se nota el fervor popular que teníamos en otros tiempos cuando disponíamos de un solo vencedor en la figura de Miguel Induráin. Con tantos buenos corredores el éxito se diversifica.

--¿A qué cree que se debe esta falta de entusiasmo?

--A las modas y a las etapas cíclicas de la propia vida. Cuando yo decidí acudir al Tour por allá 1982, solo el hecho de asistir era noticia, y no digamos el significado que adquirió el hecho de ganar una etapa. Hemos conseguido el triunfo en los últimos tres Tours y parece que lograr la victoria en París sea un hecho que ya se da por descontado. Hemos acostumbrado a la gente a unos éxitos continuados. Además ahora, aparte del omnipresente fútbol, tenemos la competencia que inició Fernando Alonso con los coches y, fundamentalmente, el gran Rafa Nadal, un deportista que me impone un enorme respeto. La gente ahora divide sus preferencias deportivas mucho más que en tiempos de Induráin.

--Aunque también ha habido un tiempo muy escabroso.

--Cierto. Nuestro colectivo no estuvo muy acertado y ahora hay una mayor consciencia generalizada en el tema del dopaje. Pero a mí no me gusta hablar de que solo existe dopaje en un deporte determinado.

--¿Vivimos una nueva época de la mano de Contador?

--Tal vez se han perdido un par de años en los que Contador podría haber gozado de mayor popularidad. Tanto su victoria en el Tour como la del año anterior de Pereiro se produjeron después de los tristes sucesos de Rasmussen y Landis. El triunfo de Sastre fue distinto.

--En un ciclismo al que retorna Lance Armstrong.

--El ciclismo ya no necesita a Armstrong, es de otra época. Lo que ya no sé es lo que puede o quiere demostrar, si solo lo hace por dar a conocer su fundación o si busca algo más. Es malo querer perpetuarse. Puede que el próximo año haga una temporada espléndida... A mí me duele que su retorno pueda crear una especie de niebla en la imagen de Contador.

--Y ambos llegarán al Tour en un mismo equipo e idéntico objetivo.

--No será fácil la coordinación, por mucha experiencia que tenga Johan Bruyneel como director de equipo.