Entre raquetazo y raquetazo inmisericorde y título tras título a nivel autonómico, la vida parece pasar delante de los ojos de Lidia Gómez con enorme frialdad. La tenista cacereña, de solo 15 años, ha cerrado una temporada mágica acumulando los títulos cadete (su categoría), junior y absoluto, algo completamente inhabitual, quizás inédito en Extremadura. Sus rivales, casi siempre mayores en edad, se encogen de hombros ante tanta superioridad, basada en un golpeo salvaje de la pelota, pero a ella no parece importarle demasiado.

Es uno de esos casos que se dan de vez en cuando de deportista con inmenso talento al que su deporte no le apasiona con locura. «No me gusta ver tenis por televisión. Sí que voy a partidos en vivo, cuando juega una amiga o algo similar. Me entretiene más que los de profesionales», suelta sin pudor, inmutándose cero. De vez en cuando pasan estas cosas.

«Es un témpano de hielo. No le sorprenden las cosas», apunta entre quejicoso y resignado su entrenador, Víctor Rubio. Él sí es un ‘pirado’ del tenis. Y mantiene que tendría opciones de subir el siguiente escalón. Ha estado entre las 20 mejores en el ranking cadete, una categoría en la que se asomó a las semifinales del Campeonato de España hace unos meses. «Obviamente he mejorado, pero todo ha sido una progresión», asegura ella, sin darse una pizca de importancia.

A por los puntos rápidos

Su mejor virtud, suele repetirse, es la fuerza con la que golpea la pelota. «¡Es descomunal! Como llegue bien a la bola, se acaba el punto rápido», destaca Rubio, que la intenta modelar en la Top Slice Tennis Academy, en Cáceres, muchos días con cuatro horas de entrenamientos. En el otro lado de la balanza está la resistencia por su propia configuración física. «Intentamos que sea más agresiva, que el punto dure tres golpes, pero para eso tiene que haber mucho trabajo detrás. Es a lo que tiende ahora el tenis femenino», añade.

Que nadie piense que no hay un cerebro que mande sobre ese cuerpo. «Su mejor cualidad es la cabeza. Si se mantiene concentrada, domina los partidos», apunta el entrenador. Sin embargo, duda cuando se le plantea si aceptaría una beca para irse lejos, incluso a Estados Unidos, a mejorar su nivel, como es obligado cuando se quiere ser ‘alguien’ en su deporte. Le sucedió a Alberto Barroso y a otras promesas de la raqueta en Extremadura.

La clave de todo quizás está en que le gustan hacer las mismas cosas que a muchas chicas de su edad: salir con las amigas, la ropa y, la verdad, estudiar lo justo para ir aprobando. Está en 4º de ESO en el Licenciados Reunidos y todavía ve lejos qué carrera elegir dentro de un par de años. «Depende. Irme de Cáceres es algo que no pudiese decidir de un día para otro», contesta Lidia, sin mover un músculo de la cara. Es su naturaleza.