En el imaginario colectivo de la afición al baloncesto en Cáceres permaneció durante más de una década la imagen de Jiri Okac como icono de la revolución que supuso el ascenso a la ACB. Los tiempos han cambiado, pero él no. Con un castellano excelente, casi a punto de escapársele un ino como diminutivo, el pívot checo simboliza ahora la reconstrucción de un Cáceres Destino Turístico cuyos problemas económicos están a punto de contenerse, puede que definitivamente.

Con optimismo

Okac coge el móvil camino del gimnasio. "Hay que ponerse fuerte", explica. Es el entrenamiento voluntario de un jugador que va camino de los 41 años y que, desde la atalaya de sus 2,17, está sorprendiendo en gran medida debido a un pequeño-gran dato: sus promedios estadísticos son espectacularmente similares a los de la temporada 91-92, la mítica del ascenso: 15 puntos y 7 rebotes.

"Físicamente no estoy tan bien como entonces", cuenta, "pero sé hacer otras cosas. He desarrollado un buen tiro desde 5-6 metros y mucha experiencia. Sé lo que hay que hacer a cada momento".

El gigante de Brno no quiere pensar en la retirada aún. "Me lo planteo año a año. Siempre acabo fatal las temporadas, pero luego me quedan ganas de empezar otra. Estoy disfrutando mucho en Cáceres", afirma, con la esperanza de verse aún más revalorizado cuando los checos sean considerados comunitarios. Aún así, se le ve sobrado para jugar en España: acaba de rechazar una oferta del Burgos. Con ciertas dosis de extremeñismo , ha preferido aguantar en Cáceres, adonde llegó tras pagar de su bolsillo 3.000 por rescindir su contrato con el club de su ciudad y el billete de avión Praga-Madrid.

"Cuando la situación del club se solucione podremos pensar en más cosas, traer a jugadores para que nos ayuden. A mí Ñete (Bohigas, el entrenador) me está matando con tantos minutos en pista", bromea.

Y es que Okac siente la verdinegra como casi nadie, fruto del pasado glorioso y del sufridísimo presente. "Niños que no habían nacido en el 92 me gritan por la calle", cuenta. El enamoramiento con la afición es mutuo: "está claro que el pabellón de ahora es más grande que el de entonces, que hay menos presión a los árbitros, pero me encanta que la gente siga apoyando así en momentos tan difíciles".

También colecciona amigos en Plasencia, donde jugó el año pasado: "lo que les ocurre me recuerda al Cáceres del ascenso. ¡Vaya ambiente! Es la fiebre del extremeño". Literal, eh.