Rafa Nadal tiró ayer de solvencia para deshacerse del francés Gael Monfils (6-7(3), 6-3, 6-1 y 6-3) y llegar a los cuartos de final de Abierto de Estados Unidos, lo que le garantiza la reconquista del número dos del circuito ATP. La derrota de Andy Murray en octavos es lo que ha permitido al español escalar en la clasificación. En los cuartos de final del cuarto grand slam de la temporada deberá enfrentarse al chileno Fernando González.

Los recelos que levantó el aspecto físico de Nadal en el duelo contra Almagro, acentuados por la asistencia médica que requirió en la pista para solventar sus dolencias abdominales, se derrumbaron en el transcurso del duelo con Monfils. Nadal no rehuyó la pelea. Nunca lo hace. Y obligó al progresivo desahucio de su rival, entregado ante el talante rocoso del español.

Nadal no sirvió con solvencia. No puede. Precavido y molesto en la zona dañada, apenas ha ensayado el saque en las últimas horas. Ni siquiera en la sesión preparatoria previa al inicio del choque contra el francés.

No le hizo falta al tenista balear, que tardó dos horas y cuarenta y cinco minutos en resolver el compromiso, tirar de este argumento para salir airoso, y reforzado, del choque con Monfils. Nunca ha sido un arma determinante en el juego de Nadal. Tampoco en este caso. A pesar de las condiciones de la pista y del juego, alocado y a palos, del parisino, que se encontró, por vez primera, en los octavos de final.

Tras el partido, Nadal que está fresco, "como una rosa, pero no sé si eso será tan positivo; los bueno es un término medio".