"¡Venga! ¡Esta chavala a montar en la bici! ¿Por qué no la pruebas?". La voz de Javier Azcue, su novio, era cómplice pero, al mismo tiempo, contenía una carga de profundidad. Por esos días, en el 2004, Leire Olaberria era una chica de 27 años, aburrida del atletismo, el deporte en el que comenzó a despuntar. Aburrida "porque había perdido la ilusión" debido a varias razones. "Mi propensión a coger peso, las lesiones... Todo eso me hizo dejar el atletismo. Y no lo echo de menos", confesó ayer la ciclista vasca, llena de satisfacción, con una histórica medalla de bronce colgada del cuello y un ramo de flores del que no se despegó ni un solo segundo.

El atletismo perdió a una promesa y el ciclismo ganó una experta, y una medallista, en la pista. Con 16 años, disfrutó de su primer momento de gloria. Era entonces una joven nacida en Ikaztegieta, un diminuto pueblo situado en el Valle del Oria, con apenas 450 habitantes y dos kilómetros cuadrados de extensión, a poco más de 30 kilómetros de San Sebastián. A Leire le gustaban todos los deportes, pero eligió el atletismo. "Era una apasionada de Marion Jones". Corría tan bien que un día se fue a Arganda del Rey (Madrid) con la camiseta de Euskadi puesta. "Corrí los 100 metros en 11,86 segundos. Aún sigo siendo récord de España cadete de 100", recordó una ilusionada Olaberria.

Pero poco a poco se fue desencantando del atletismo. Cada vez le gustaban menos cosas del tartán, a pesar de que representó a España en el campeonato de Europa júnior que se celebró en Anoeta. Anoeta, un escenario que cambió todo. Allí hay tartán y, además, hay pista. O sea, el cambio de Leire.

Pedaleamos los dos

Allí escuchó la voz de Javi, novio y pistard. "¡Venga, chavala, a la bici!". Le prestaron una bicicleta a Leire en Donosti y no se ha bajado hasta llegar a Pekín y vestirse de bronce. "Cuando me marché de casa, le dije a Javi: ¡Prepárate! El 18 pedaleamos los dos. La idea fue suya. Le debo mucho a él. Todavía no me lo creo, es más de lo que podía soñar". La idea era inicialmente de Javi, pero las piernas y la motivación son de Leire, una diplomada en Turismo que inició su idilio con las dos ruedas cuando trabajaba en el Palacio de Hielo de San Sebastián. "Estaba en la recepción, después me puse a dar clases de patinaje sobre hielo y luego me saqué la carrera de Magisterio. Llegaba a casa reventada por las noches. Pero, por las mañanas, me levantaba con una gran ilusión", explicó ayer Olaberria, tras haber logrado el gran hito de su carrera deportiva hasta ahora.

"Somos muy pocas"

Hace cuatro años, estaba en casa mirando por la tele la prueba de puntuación de Atenas-2004. Ya tenía el "gusanillo" que le inculcó Javi, aunque inicialmente el ciclismo en pista "no me llamaba mucho la atención". Pero al subirse a la bici en Anoeta, descubrió un mundo que le encantó, un mundo desconocido ya que apenas hay tres o cuatro ciclistas en España que se dedican de manera profesional: Gema Pascual, Débora Gálvez, hermana del fallecido Isaac Gálvez, Helena Casas y ella. "El ciclismo femenino es muy triste, somos pocas, muy pocas. Desde que se fue Joane Somarriba se ha dejado prácticamente de hablar de este deporte".

Gracias a Leire, el ciclismo femenino vuelve a existir gracias a tu medalla de bronce en Pekín.