La temporada de hace un par de años se me hizo súper corta. Tras haber ganado el último partido de liga en Palencia y habernos quedado fuera de los playoffs pese a empatar con Valladolid en victorias y derrotas, quería más. Me puse en contacto con otros jugadores, conseguimos juntarnos e ir a China a promocionar el baloncesto, jugar un torneo y hacer varios partidos de exhibición. No contento con ir a mediados de mayo de 2018 repetí en agosto del mismo año, mayo 2019 y agosto 2019, pero hablaré de las otras experiencias en futuras columnas. De momento nos centramos en mi primera visita a China.

Para esa inolvidable experiencia nos juntamos una buena a la vez que variopinta cuadrilla. La posición de base estaba ocupada por Guille Corrales y Alo Marín, los aleros éramos Eloy Almazán, Mikel Motos y yo, mientras que los interiores eran Fede Uclés, Alejandro Bortolussi, Marcos Portalez, David Iriarte y Maodo Nguirane, comandado a la órdenes de Armando Gómez. ¿No se quedó una mala plantilla, no? Yo creo que capaz de competir bien en LEB Oro, incluso playoffs, no solo por la calidad en el campo, que se presupone, si no por la calidad humana que había en el grupo, que es súper importante en los equipos para realizar buenas campañas.

Todo comenzó saliendo Guille y yo desde Cáceres en coche hacia el aeropuerto de Barajas a las 4 de la mañana. Por supuesto, haciendo una parada obligatoria en boxes para llevarnos el último bocado en España con un buen bocata de jamón en Las Esparteras. Siempre que viajamos vía Madrid con el club paramos allí y no hay que perder las costumbres (sitio recomendado 100%).

Menos mal que íbamos con muchas, pero muchas ganas de diversión y pasarlo bien, porque si no la duración del viaje nos las hubiera quitado todas… Hicimos escala en París, luego a Shanghái y de ahí cinco horas de espera para coger otro vuelo doméstico hacia una ciudad impronunciable… Por supuesto, parada de diez minutos en Xian como si fuera un autobús para bajar y subir gente. Una vez llegamos al aeropuerto y por fin pudimos poner el pie en suelo chino, ocho horas más de autobús hasta Xunhua, un pueblo de la China profunda. Total, 27 horas. ¿Sabéis dónde pone China en el mapa? Pues justo en esas letras es donde estábamos. Ahí jugamos un torneo (quedamos segundos, perdiendo contra Rusia), visitamos colegios e hicimos turismo, mucho turismo. Realmente no había nada especial, pero para nosotros todo era nuevo y diferente. Nos metimos en unas calles donde tenían las vacas abiertas y llenas de moscas en los escaparates, tiendas de Apple con la manzana sin morder…

Esa fue la primera ciudad/pueblo donde estuvimos la primera semana. La segunda semana hacíamos un par de días por ciudad y no hicimos tanto turismo, aunque ya he dicho que cualquier cosa nos valía, todo era nuevo. Recuerdo en otro pueblo que cuando llegamos nos estaban esperando para hacer una presentación al más puro estilo NBA, pero en la plaza del pueblo, con luces, máquinas de humo y pantallas LED. Eso sí, ya podía ser un pueblo que parecía súper pobre, pero LEDS había por todos sitios… ¡Ah y tuc-tucs! No se nos ocurrió una idea más brillante que asaltar un tuc tuc que funcionaba a batería. Nunca había visto unos ojos tan grandes y abiertos en un persona con rasgos asiáticos al ver a diez ‘tíos’ tan grandes súper dispuestos a montarnos con el… Tuvimos hasta que bajarnos y empujarlo en una cuesta porque se iba para abajo.

En estos días hemos tenido varias coñas con ese viaje que la verdad fue una pasada. No me canso de decirlo, pero es que al baloncesto le debo prácticamente toda mi vida. Gracias a él he conocido tantísimos lugares, he vivido grandísimas experiencias pero sobre todo he conocido a personas increíbles, que al fin y al cabo es lo más importante de todo esto.

Tiene pinta que este mayo #YoMeQuedoEnCasa…