Su amigo Marco Materazzi ha venido a verle. Le espera en la puerta del maravilloso y rojizo hospitality de Ducati. Materazzi va tatuado de los pies a la cabeza. Parece llevar escrito en su frente: "Yo soy quien acabó con el mito de Zidane". Pero nadie, nadie, le hace caso. Ni una foto. Materazzi, que casi es un exfutbolista del Inter, es amigo de toda la vida de Valentino Rossi, pero el Doctor está ahora en lo suyo. Fotos, abrazos, más fotos, más abrazos, autógrafos, conferencia de prensa ("Imposible ganar, pero cada vez estoy más cerca") y tres minutos para El Periódico. De cortesía, mientras le da vueltas a un café.

¿Me puede contar por qué sigue siendo el ídolo, el dios, el piloto más adorado de Barcelona, de España? "Sencillo, amigo, adoro Barcelona, está es mi casa, mi segunda casa. Aquí he ganado casi tanto como en Italia, he logrado ocho de mis 105 victorias. Soy italiano, que es ser algo español ¿verdad? Ustedes también se sienten algo italianos. Nuestras ciudades están inundadas de motos. Amamos las motos. Ellos, los aficionados que llevan mi casco, que vienen a verme, que me quieren, sienten la misma pasión por las motos que yo. ¿Le parece poca unión? Además, he ganado mucho. Además, soy simpático ¿a qué sí? Me paro, pierdo, o gano, algo de tiempo con ellos. Somos cómplices del mismo deporte, de la misma pasión".

Lo ha soltado todo de carrerilla. Lo vienen a buscar. Le espera Matt Roberts, de BBC Sports TV. Pide un minuto más a su asesor de prensa. "Medio, solo medio". Y añade: "Hay otro dato que creo importante para completar este idilio recíproco: la gente ve que me encanta mi vida, que me gusta vivir así, disfrutar de las carreras y hacerles disfrutar a ellos. Ellos quieren ver en ti a una buena persona, pero también a un ganador o, al menos, a alguien que lo intenta con todas sus fuerzas".

Cuando se aleja, le recuerdo que Giacomo Agostini, el mito de los mitos, el 15 veces campeón del mundo, anunció, a principios de temporada, que si se pasaba los tres o cuatro primeros grandes premios sin ganar, la gente empezaría a olvidarle. "Los mitos solo se mantienen ganando", dijo Ago . "Para los auténticos aficionados --termina diciendo Rossi-- hay algo tan importante como ganar: intentarlo. Y yo no pararé hasta lograrlo". Y se va con Matt Roberts. Allá está esperándole Materazzi. Con él cenará. Y tomará alguna que otra copa. Fijo. Materazzi forma parte de la otra vida, más oculta, pero no más divertida. Imposible.