Una sensación de fracaso se extiende por todos los rincones del Madrid. A la alarma producida por las dificultades que se adivinan en la Liga ha seguido el incendio que Del Piero provocó el miércoles en el Bernabéu. La Juventus más discreta de las últimas décadas pudo haber ratificado la temible profecía de que este año tampoco hay nada que hacer en Europa, pese a que la Champions era el gran objetivo de la temporada. El equipo blanco tiene problemas estructurales de complicada resolución, a Bernd Schuster le carcome el descrédito y Ramón Calderón empieza a quedarse sin paraguas protector para lo que empieza a caerle.

El técnico alemán, que tiene un amplio frente abierto en la directiva, optó en esta ocasión por rebajar su habitual tono para tratar a los periodistas como personas y echar flores a su equipo después de una derrota lastimosa. Una estrategia calculada al milímetro después de que sus decisiones tácticas revelaran que no pudo sacar mejor provecho a una plantilla que se señala como desequilibrada y que se queda en cueros cuando Iker Casillas no hace milagros y Van Nistelrooy se atasca.

Casualmente, fue Guti el primero en disparar hacia su entrenador cuando se encontró ante decenas de periodistas en la zona mixta del Bernabéu. Lo soltó sin titubeos. "Faltó calidad. Entre todos tenemos que sacar esto adelante e intentar ser un equipo tanto dentro como fuera del campo", dijo el segundo capitán del Real Madrid sin pensárselo dos veces.

CAMBIO DE OPINION Ayer, más relajado y reconvenido en el vestuario y desde las alturas del club, cambió su discurso. "A lo mejor me expliqué mal. Si algo tiene este equipo es que nos llevamos todos muy bien dentro y fuera del campo. Quería decir que hay que recobrar la confianza, el bloque; para nada quise decir que el equipo está desunido", dijo ayer el centrocampista, que también había llevado la contraria a su entrenador la noche antes al admitir que el Madrid no había estado a la altura del acontecimiento: "Tácticamente fueron muy superiores".

Algo tendría que ver que Schuster echara mano de Drenthe para sustituir a Robben, el único extremo del plantel; que tirase de Van Nistelrooy, quien solo había completado un entrenamiento en 14 días, y dejara en el banquillo a Gago e Higuaín, dos de los jugadores más en forma, lo mismo que a Van der Vaart, el único fichaje tras las calabazas de Cristiano Ronaldo y la venta de Baptista y Robinho. Más tarde explicó que no tenía nada que reprochar a los jugadores, que la plantilla no tiene grandes carencias y que tácticamente el equipo había estado "estupendo" pero que "en la Champions es muy difícil sin Pepe y Robben".

Unas palabras que no han sentado bien en la directiva ni a Pedja Mijatovic, otro que sale malparado de la crisis. No puede calificarse de otra forma perder tres y empatar uno de los cinco últimos encuentros. Lo dicho por el técnico respira ironía, apuntando a la falta de reacción a tiempo del presidente y del director deportivo ante la imposibilidad de conseguir los fichajes que solicitó. Calderón no se libró de escuchar a cientos de aficionados pedir a gritos su dimisión. Un nuevo tropiezo ante el Málaga mañana incluso podría precipitar el despido de Schuster.