"Somos de otra raza", repetía Miguel Madariaga, el mánager del Euskaltel, bajo la tormenta de Arras. Su equipo acababa de terminar la etapa. Habían marcado el mejor tiempo. Pero ya les llegaba la primera referencia del Illes Balears del brillante Paco Mancebo, el primer conjunto que superó sus registros en los pasos intermedios. El hombre estaba feliz por primera vez en este Tour.

La noche anterior había sido larga. La herida en la cadera de Iban Mayo tenía una pinta fea y, además, le dolía el tobillo --casi no puede andar-- y el hombro. No las tenían todas consigo por la mañana. Mayo no podía entrenar con el equipo. Le dolía demasiado la cadera con los rebotes del asfalto. Y, encima, lloviendo, para que los golpes escocieran todavía más. Pero sucedió un milagro.

El más fuerte

El primer buen síntoma de esos vascos "de otra raza", tal como decía Madariaga. Mayo, de repente, se recuperó, se acopló al dolor, a la bicicleta, a la carrera y se colocó los galones de jefe de filas. "Ha sido el más fuerte de nosotros", descubrió David Etxebarria.

Noche larga, llamadas constantes a los teléfonos del equipo, desde el lendakari Ibarretxe, pasando por los diputados generales y acabando por toda la cúpula directiva de la compañía Euskaltel. Y poco sueño. Los vampiros despertaron a Mayo a primera hora.

Hay que acabar con el dopaje. Nadie lo pone en duda. ¸Pero fue justo que ayer Mayo pudiera dormir menos que sus rivales tras haber pasado un infierno con caída, golpe moral y hundimiento en la general? Los inspectores médicos de la Unión Ciclista Internacional (UCI) se presentaron en el hotel del Euskaltel para sacar sangre a los corredores (de allí la denominación de vampiros) y analizarla, en busca de sustancias prohibidas. Podían haber escogido otro día, un poco más sosegado. Dolorido, habiendo dormido menos, cabizbajo por su mala racha... así se presentó Mayo a la salida de la contrarreloj. Y respondió, para demostrar que sigue vivo.

Por eso, Armstrong le dedicó unas palabras, ya vestido de amarillo. "A Iban le veremos en los Pirineos. El Tour no se ha acabado para él. Realmente tuvo muy mala suerte. Jamás había visto tantos nervios, ni había escuchado tantos gritos en una etapa. Se cayó en el peor momento. Y nadie iba a parar", recordó el ciclista tejano.