Tuvo que ser un catalán quien diese satisfacción al público valenciano. Tuvo que ser un catalán quien convirtiese en celebración un circuito, un público y un ambiente creado para satisfacción y gloria de un valenciano. Tuvo que ser Dani Pedrosa (Honda), tricampeón del mundo, quien transformara en sonrisas las lágrimas vertidas por buena parte de los 132.500 espectadores tras comprobar la impotencia de Héctor Faubel (Aprilia) a la hora de intentar coronarse campeón del mundo de 125cc.

GOLPE BAJO AL PP Valencia, la Comunidad Valenciana, la Ciudad de las Artes, el mar de la Copa América, el futuro circuito de F-1, el feudo predilecto del PP, el reino de Eduardo Zaplana, la casa de Francisco Camps, crearon, en 1999, un circuito para conseguir algún día todo un campeón del mundo valenciano. Se lo dieron todo a Jorge Martínez y ayer lo perdieron todo.

Es más, Faubel se atrevió, muy en la línea de la derechona, a señalar a Aspar como el autor intelectual de su fracaso al asegurar que no había hecho todo lo que podía para que él fuese campeón. También hubo pataleta contra Aprilia: "Me vendieron la moto de que esta moto era una bala y no ha sido verdad".

Valencia fue el último escenario de un año vibrante en el que dos chavalitos atrevidos, aguerridos y dominadores, como el australiano Casey Stoner (Ducati) y Jorge Lorenzo (Aprilia), se deleitaron con sus títulos ya ganados, pensando más en el futuro.

Fue Pedrosa quien, finalmente, tras un año durísimo, en el que tanto Honda como Michelin se autoculparon de su calvario, encendió la traca final del campeonato y, mientras llovían banderas españolas y senyeres valencianas, el pupilo de Alberto Puig se abrazaba a su amigo y colega de escuela, Casey Stoner, en una escena que muchos consideraron el presagio del duelo del 2008.

"Desde que corremos juntos, siempre había ganado yo --dijo Pedrosa con una amplia sonrisa en su rostro--, hasta que Casey estalló este año pasándonos por encima a todos". Dani, que dominó la carrera de ayer de principio a fin, como ya hizo en Alemania, reconoció que, a lo largo del año, le ha dolido el corazón: "Veía que ni mi habilidad ni mis manos podían solventar, por sí solas, los numerosos problemas que teníamos con la moto y las ruedas". Pedrosa se coronó finalmente subcampeón del mundo ("el mejor de los perdedores, como dicen algunos") al coincidir su espectacular triunfo con el abandono por rotura de Rossi. Y reconoció que, pese a haber bailado sobre la moto e, incluso, "temido en más de dos ocasiones por una caída", había disfrutado mucho "al ejercer de piloto de verdad".

Valencia fue la rampa de lanzamiento para el pequeño y musculoso Gabor Talmacsi, que ha colocado a Hungría, un país sin tradición motociclística, en el mapa del Mundial. Hasta el Gobierno ha pedido ya un GP. Los 20.000 húngaros que fueron a Brno y los cuatro millones de telespectadores que paralizaron ayer el país recibieron la recompensa de un valiente, un tipo que sabía que estaba frente a su oportunidad. Talmacsi no se asustó por jugarse el título en casa de Faubel, fue siempre delante, soportó sus empujones y, al final, hizo oídos sordos a las absurdas explicaciones del perdedor. Un comunista triunfó en feudo de la derecha.

DOLOROSA DERROTA "Talmacsi no ha jugado limpio durante todo el año y sólo puedo decir que no ha ganado quien tenía que ganar", dijo Faubel al bajar del podio como vencedor del gran premio y gran derrotado. Tras acusar, sin micrófonos, a Aspar por no haberle ayudado a ganar, Faubel criticó que su moto no es lo que le dijeron, que Pesek le derribara en Barcelona, que el propio Talmacsi lo tirara en Misano y que su Aprilia se rompiera en tres carreras. "He sido quien más victorias he conseguido y quien más podios ha conquistado, me merecía ser campeón, eso está claro". Podía haber celebrado la victoria del compañero y vomitó sobre él. Feo, muy feo.