Tras apenas un intercambio de frases, siquiera protocolarias, se percibe en el ambiente que al interlocutor le apasiona lo que hace. Tras casi hora y media de conversación, Juan Pedro Martín Martínez, ‘Juampe’ (Almendralejo, 2 de octubre de 1992), está ya más que catalogado como un profesional de la preparación física joven, perfeccionista y mimético. «Aquí tienes que aprender día a día, adaptarte a tu trabajo en funcion de las necesidades. Esto cambia mucho», explica con soltura.

Curiosísimo caso el suyo: esta temporada compatibiliza su profesión en el Cacereño de la Tercera División de fútbol y en el Electrocash Cáceres de Superliga masculina de voleibol, además de entrenar a un par de equipos de la cantera del Licenciados Reunidos y estudiar un Master de Educación y el Doctorado en Ciencias del Deporte. «Es un trabajo distinto, porque las cargas son diferentes en función de muchas variables», explica. Y él lo hace todo con pasión. Por supuesto, el recinto varía: del parquet del voley y sus dimensiones («siempre es un 18x9») a las de un campo de fútbol, muy variable. Y todo ello condiciona.

La pasada temporada trabajó con Adolfo Muñoz en el Arroyo, club que ya conocía en una etapa anterior con Pato y Santi Gómez, el preparador físico, «con el que aprendí mucho». En ésta, su labor del pasado año se ha visto reflejada con la llamada de Adolfo, quien, dice «respeta mucho mi trabajo». En el Electrocash está por su amistad con Raúl Rocha, su entrenador, con el que compartió también una etapa anterior al ser su técnico en las categorías inferiores del club hace ya varias temporadas. Aparte de ello, se jacta, es su «amigo».

Con 24 años, ni le puede la presión ni tampoco la intensidad. Por regla general, por las mañanas entrena al Cacereño y por la noche al Electrocash. Por encima de todo, «me encanta el deporte», asegura, lo que hace que todo fluya con extrema satisfacción. Le delata su forma de expresarse.

Guarda las distancias con los jugadores por pura lógica, pero todos le respetan en cada entrenamiento. Él no duda de la importancia de su labor y lo hace con un razonamiento contundente: «la preparación física pasa inadvertida cuando el equipo va bien; cuando no es así, es la culpable». Y en el ejercicio diario de ésta, tranquilidad. Y es que él se acuerda que el profesor Fernando del Villar le expresó en clase algo así como que la seguridad de un argumento no se tiene que explicar con voces, «sino con el conocimiento».