Eran narcotraficantes que se ahorraban tener que transportar la droga clandestinamente desde Marruecos. Ni siquiera tenían que guardarla en España. Lo que hacían era robársela directamente a otros narcotraficantes, explica el inspector Ramon Grasa, subjefe de la División de Investigación Criminal de los Mossos d'Esquadra.

Los Mossos iniciaron las investigaciones en verano del 2015, cuando descubrieron que dos grupos de narcos sufrieron sendos asaltos violentos cerca de Barcelona. Paralelamente, la Guardia Civil estaba investigando otro golpe contra traficantes de hachís en Cádiz. Los tres incidentes resultaron ser obra de la misma organización. Los dos cuerpos crearon un equipo mixto para desmantelar la banda. Lo lograron a través de dos operaciones conjuntas llevadas a cabo el 13 de enero y el 1 de marzo. Detuvieron a 30 personas, 15 de las cuales han entrado ya en prisión, y se incautaron de 2.600 kilos de hachís.

Gracias a las escuchas telefónicas, los policías descubrieron que la banda instalaba balizas con GPS --que adquirían en Salt (Gironès)-- dentro de los fardos de hachís de los traficantes. Las controlaban desde que salían de Tánger (Marruecos) pero esperaban a que llegaran a España para interceptar la droga, cuando sus víctimas ya habían cruzado el Estrecho esquivando las embarcaciones de la Guardia Civil.

DE NOCHE Habitualmente, aclara Grasa, robaban la droga irrumpiendo por la noche en almacenes de la costa andaluza. Así dieron por lo menos "25 golpes" a distintas bandas de narcotraficantes. "Eran extremadamente violentos", remarca el inspector. "No dudaban en usar pistolas o armas eléctricas contra sus víctimas". La estrategia era "ser agresivos" desde el primer instante. Cuando se hacían con la droga la llevaban en coche hasta Francia, pasando por Cataluña. Los asaltos desencadenaron más de un enfrentamiento entre los traficantes que los sufrieron. "Algunos desconfiaban de sus colaboradores cuando estos les aseguraban que habían perdido la droga porque habían sido atracados", señala Grasa.